Termina el partido en un Heliodoro tan vacío al principio como al final, y en medio de la decepción reinante llega el momento de las entrevistas. Por el lado visitante, un exjugador del Tenerife que parece más interesado en agradar a la periodista que en responder algo sustancial del encuentro. Por el local, de este extraño momento, aparece el protagonista de la noche.
En este día lluvioso en el cual todos y cada uno de los espectadores que acudieron al estadio deberían haber sido premiados con un chocolate caliente, como mínimo había un hombre feliz. El resultado colectivo no era el esperado ni el deseado, pero para un jugador que una semana antes recibía dos goles en dos faltas en cinco minutos, dejar ante el Mallorca la portería a cero con intervenciones de mérito no era para disimular y mostrarse triste. Prometedor comienzo.
Todo el interés de la semana ha estado en un supuesto menosprecio del mediático Cervera al no menos mediático Daswani (no lo oí, no puedo opinar) y en una rueda de fusilamiento (o de prensa según se mire) del otro crack mediático del club, Alfonso Serrano. Pues bien, muy a última hora y creo firmemente que por aburrimiento, los periodistas han centrado sus esfuerzos en hablar del debut del enésimo canterano, esta vez en la portería.
Ser canterano no es fácil, en la portería menos, y después de Aragoneses un infierno. La afición del Tenerife va más allá de los sufridos seguidores que acudieron ayer al recinto capitalino y en esa masa social supuestamente blanquiazul se esconde mucho hipócrita.
La línea a seguir por estos falsos defensores del canteranismo es muy sencilla. En un principio llaman godo a cualquier peninsular que venga al equipo y no rinda adecuadamente como si no tuvieran la misma procedencia jugadores ilustres que pasaron a la historia de nuestro club y que no viene a cuento ahora nombrar. Después de esto se gustan diciendo que lo que hay que hacer es poner a los pibes de la cantera sin haberlos visto ni una sola vez, porque subir hasta Geneto es complicado y además arriba hace mucho frío.
Finalmente aplauden a rabiar la aparición de cualquiera de los nuestros y se suben al carro de éxitos sonados como el de Ayoze Pérez (no saben nada sobre él y piensan que estuvo toda su vida en los filiales). Para rematar la faena si fallan, como ha sido recientemente el caso de Roberto, te sueltan la frase propia de su nivel futbolístico de barra de bar: “Eso es un paquete”. Y tan a gusto que se quedan oiga. Lo llaman tinerfeñismo.