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Una vida entre hilos y bastidores

   
María Dolores recibió el reconocimiento el pasado viernes con motivo del Día de la Artesanía . / DA

María Dolores recibió el reconocimiento el pasado viernes con motivo del Día de la Artesanía . / DA

DIARIO DE AVISOS | Santa Cruz de Tenerife

Aprendió a calar siendo una niña, con apenas siete años y, cumplidos los 72, sigue dedicada a un arte tradicional que lleva en la sangre y al que profesa un amor infinito. Las manos de María Dolores Hernández Ramos no se casan de enhebrar, deshilar y atirantar piezas de lino, seda u organdí. Ha dedicado su vida al calado tradicional, primero creando, y luego, además, enseñando a aprendices y maestras. Defiende como nadie esta labor de artesanía y cuenta con un destacado prestigio internacional. El Cabildo y el Ayuntamiento de Tegueste han querido homenajear a esta enérgica y entregada artesana con un reconocimiento institucional, que hizo público el pasado viernes, durante los actos de celebración del Día Insular de la Artesanía.

Toda una vida dedicada al calado merece el reconocimiento de una institución que, como el Cabildo, ha hecho de la defensa de la artesanía tradicional uno de sus objetivos, no sólo culturales, sino también desde el punto de vista del desarrollo económico de la Isla. Y es que la historia de María Dolores Hernández está escrita entre hilos y bastidores, rodeada de tradición pero también de ingenio y visión de futuro. Tendría siete años cuando empezó a hacer sus primeras pruebas en su pueblo, La Perdoma (La Orotava). Aprendió allí las técnicas más básicas a fuerza de observación y paciencia, contemplando con detenimiento cada ir y venir de la aguja en las manos hacendosas de otras mujeres, con quienes se sentaba cada día.

Recuerda en especial a sus maestras, Arista Hernández y Juana la Millita, a quienes debe, en buena parte, la pasión que hoy profesa a su trabajo. Y así, una niña hija de agricultores pudo aprender -y como nadie- los secretos de un oficio al que entonces no era fácil acceder si no era por ser transmitido de generación en generación.

María Dolores desprende energía, carácter, resolución… y también un sentido del humor que alimenta con horas de amor al trabajo, y de risas rodeada de sus nietos. Tal vez por eso sus alumnas, de todas las edades, confían a ella su arte y su tiempo. Niñas y ancianas disfrutan de sus clases en su taller de Tegueste, donde expone con infinito orgullo las piezas que unas y otras van creando. La enseñanza le ha proporcionado no pocas satisfacciones; no en vano puede presumir de haber difundido el oficio entre centenares de mujeres, muchas de las cuales han hecho de este trabajo su medio de vida. Purista en las formas, esta artesana orotavense no reniega, en absoluto, de la innovación, y ha sido siempre contundente a la hora de poner en valor un oficio al que permanece entregada.

Por eso ha reivindicado siempre la necesidad de apoyar y sostener la artesanía del calado, de que las piezas tengan el reconocimiento y la valoración que merecen y, sobre todo, que cuente con la protección necesaria para que el arte que enseña no se pierda y pueda ser un medio de vida también para generaciones venideras. Como ella misma ha dicho cien veces, para que alguien en la familia quiera seguir la tradición, “todo está en poner amor en las cosas”. Y en su caso, así ha sido: su hija, Inmaculada, de la que se siente muy orgullosa, es ya una diestra artesana, digna alumna de su madre.

María Dolores, que ha llevado talleres de calado incluso a Cuba, ha recibido numerosos diplomas y reconocimientos por su destacada carrera, entre los que figuran el premio del Primer Concurso para el Diseño de la Artesanía Canaria, en 1985; el accésit del V Concurso Regional de Diseño de Artesanía, en la modalidad de Uso Personal; y una mención de la Oficina Regional de Cultura para América Latina y Caribe de la Unesco.