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Afrontar la desigualdad – Por Jerónimo Saavedra Acevedo

   

No cabe duda que atravesamos tiempos azarosos que operan a modo de tajante punto de inflexión en el cual solo nos asiste la certeza de que lo conocido hasta ahora, lo que intuíamos como el orden natural de las cosas, se ha ido desmoronando desde que irrumpiera la Gran Recesión de 2008. Y Canarias, dada sobre todo su posición geopolítica, no está exenta de los riesgos y desafíos que entraña la globalización que, a todas luces, ha espoleado dramáticamente el acuse de la crisis. Nuestra sociedad, con sus singularidades isleñas y con sus especificidades socioeconómicas, siempre ha arrastrado un nivel de desigualdad que podríamos catalogar como estructural. Sin embargo, como consecuencia de este ciclo de adversidad económica se ha ensanchado hasta límites realmente preocupantes. Porque la salida de la recesión, que aún no de la crisis, vendrá acompasada probablemente por un aumento de la brecha social propiciado entre otros motivos, pero principalmente, por las dosis de austeridad a mansalva en forma de recortes que ha precarizado los servicios públicos y, a la postre, las expectativas vitales de las clases medias sostenedoras de la cohesión social.

En calidad de diputado del Común he seguido con especial atención la evolución de la asistencia y calidad de aquellos ofrecimientos básicos al que accedemos como ciudadanos: sanidad, educación, dependencia, políticas sociales, cultura, etc. No es este el lugar para diseccionar los matices y rasgos que presenta cada ámbito, cuestión que anualmente hago como es debido en el Informe que traslado y defiendo en el Parlamento, pero sí cabe subrayar la descomposición, mayor o menor, pero descomposición al fin y al cabo, del Estado de Bienestar.

La Institución que presido, firme garante de los derechos y libertades individuales frente a la Administración, no es ajena a las inquietudes que nos azuzan al calor de la actualidad. El compromiso social es un cuño que he tenido presente desde que accedí a este Comisionado Parlamentario a finales del curso 2011. Por ello, los poderes públicos aún están en disposición de modular los efectos más perversos de la crisis y, de ese modo, asentar una recuperación razonable que no olvide a los excluidos que están sometidos al deshumanizador umbral de la pobreza. Un panorama que queda aún más empobrecido por un creciente individualismo mal entendido y una pavorosa desestructuración familiar que tienen como primeros afectados a la infancia y a los menores de edad.

Soy consciente de que el margen de maniobra de las diversas administraciones es el que es; acorde a la realidad imperante en el que las posibilidades presupuestarias no son siempre las deseables. Con todo, se puede hacer un mayor esfuerzo en repensar el gasto y la inversión pública atendiendo a las prioridades sociales. Una misión insoslayable fruto de la elevada tasa de desempleo que azota a Canarias.

A estas alturas de la andadura autonómica, permítanme la licencia en mi condición de ciudadano curtido en el trance jurídico-público y en diversas responsabilidades que me han sido encomendadas democráticamente; que manifieste mi más significativa inquietud ante el escenario socioeconómico que nos sobreviene. No es suficiente con salir de la recesión sino que, además, no vale cualquier tipo de salida. Muchas personas aguardan no solo una oportunidad sino también que sus expectativas vitales recobren cierto optimismo. De nada sirven las respuestas económicas que queden ceñidas a los usos tecnócratas si no casan con el sentir mayoritario de aquellos que peor lo están pasando. Una bolsa poblacional que, por desgracia, en el caso de las Islas, no es menor. Y urge, de una vez, arreglarlo.
*diputado del común