Un amargo y envenenado mandato ha recibido el fiscal de cabecera del Gobierno y, si me apuran, también del propio PP, pues ha tenido que ejecutar al pie de la letra, entre muchas ordenes gubernamentales a lo largo de su historia, para estar donde está, la dictada por la señora Camacho la noche del 9-N. No me aventuro a manifestar, y mucho menos a juzgar abiertamente, que Torres Dulce sea el peor fiscal general del Estado de esta pseudo-democracia, y dudo mucho a la hora de aseverarlo, porque dada la incapacidad política, ética y moral, no solo de sus antecesores, sino de la casi mayoría de la “casta política” que ha ido heredando los cargos que cada cuatro años sortean los partidos entre sus más destacados afiliados.
Me resulta difícil valorar a esta caterva de sórdidos imbéciles, por tanto poco sabios y sin un bastón que les pueda sostener en pie. Lo que si me atrevería a asegurar son estas dos manifestaciones: una, que es el más manejable y empujado del poder político que haya existido, y la segunda es que pasará a la historia por ser el fiscal general que ha logrado trasladar a una de las mas altas instituciones del Estado a su mayor grado de torpeza y servilismo, si ya era poco reverenciada, a partir de ahora, solo se merece el más absoluto de los desprecios, en fin, el régimen del 78 se hunde, y no es que necesite una reforma constitucional, sino una seria convocatoria de Cortes Constituyentes con un certero propósito de abordar una nueva Constitución en la que la división de poderes forme parte de su espíritu inspirador y creador. Cuentan los viejos periodistas del periódico Madrid que Trevijano comento un día que cuando se tira de la manta es para dejar todo al descubierto, salvo si esto lo hacia Emilio Romero, pues en ese caso, era para llevarse la manta. Ocurría eso cuando el diario Madrid había alcanzado su mayor esplendor periodístico, con un panel de afamados profesionales, entre los que podemos destacar a Oneto, Aguilar, De Pablos… Hoy si fuera el propio Rajoy el encargado de tirar de la manta, no solo se llevaría la manta, sino que además se abriría un debate en el seno de la sociedad para saber si la manta abriga o tan solo es apariencia y, a la hora de la verdad, tan solo esa manta es falsa y más que calor dará frío al tocarla. La ciega obediencia del fiscal general al Gobierno le ha llevado a que podamos afirmar que su caída esta próxima y demostrar una vez más la importancia que tiene repasar El espíritu de las leyes, de Montesquieu.