El periodista Angel Tristán inventó hace años el término Bananaria, un topónimo en absoluto imaginario, que recrea nuestra realidad local, y nos recuerda que -si no estuviéramos en Europa- entre otras muchas cosas, esta región habrÃa sucumbido ante el saqueo sistemático de que ha sido objeto, ante la intolerancia sectaria de muchos de los que hoy nos mandan y ante la desigualdad creciente que nos convierte en la vergüenza del mundo desarrollado. Ahà están los datos de la OCDE: España es la nación donde más ha crecido la desigualdad desde el inicio de la crisis. Cada vez más riqueza en manos de menos gente, y más pobres y más injusticia a nuestro alrededor.
En fin, Tristán ha publicado un nuevo libro, La democracia saqueada, en el que pasa revista a estos últimos años de despilfarro, corrupción y crisis que empaparon con su lluvia fina nuestra vida hasta dejarnos instalados en este lodo pegajoso de pobreza, desigualdad y desánimo. Desde que le conozco, al periodista Tristán le definen dos obsesiones informativas, que se mantienen en el escritor. Una es el despilfarro del dinero público: Tristán defiende la prudencia y el sentido común en el gasto público porque cree -con razón- que el nuevorriquismo que se convirtió en religión de nuestros gobernantes desde principios de los 80, con los fastos y excesos de la Expo, hasta finales de la década pasada -30 años seguidos tirando la casa por la ventana- no podÃa acabar bien. Como efectivamente ha ocurrido. La otra obsesión de Tristán, hermana gemela de la primera, es la corrupción.
Cree el periodista que la golferÃa y la mamandurria son consustanciales a ciertas formas de hacer polÃtica, y lleva denunciando desde siempre los hábitos magalómanos y depredadores de nuestras canteras nacionales y locales de sinvergüenzas. Porque en latrocinio, la polÃtica canaria nunca se ha quedado atrás ni ha tenido que recibir lecciones. Siempre ha jugado en primera división. En eso no estamos a la cola de las regiones españolas. Somos de hecho una de las comunidades donde más y mejor se despilfarra y se roba. Aunque no siempre se denuncia: en Canarias funcionaba una cierta omertà , una suerte de contemporización tercermundista con la corrupción, que era casi una seña de identidad de un periodismo empobrecido y dependiente, hasta que colegas como Tristán y otros muchos la rompieron.