X
tribuna >

Desusos – Por Indra Kishinchand

   

Hay veces que me gustaría vivir como si fuera otro. Eso solucionaría todos mis problemas”, le espeté. “No seas idiota. Claro que dejarías de tener tus problemas, pasarías a tener los suyos, y los tuyos, por lo menos, ya los conoces”. Tenía razón. Yo era consciente de que odiaba la gente que miente con o sin razón, ese tipo de personas que fingen más por estupidez que por cortesía. No soportaba ese momento en el que debía agradar y olvidar quién soy. Sin embargo, adoraba la playa en invierno. El mar en cualquier lugar y a cualquier hora, si existiera. Mi entretenimiento favorito se basaba en escuchar hablar a los desconocidos y sentir que, a partir de aquel momento, formaría parte de sus vidas. Sería el viajero de quien no recordarían su rostro ni su nombre, o simplemente un viajero. Sin duda él tenía toda la razón. Yo quería vivir como si fuera otro y había olvidado que tal vez yo ninguna vez era el mismo. Y, a pesar de todo, no podía desistir de ese deseo inalcanzable. Él me dijo que nunca me dejaría a la deriva, sin espada ni armadura; él aseguro que jamás desearía ser otro porque siempre sería con él. Pero mintió. Renunció a la verdad, como tantas otras veces, y yo renuncié a dudar, como tantas otras veces. Fue por eso que creí que mis pensamientos no eran más que la estupidez que me acercaría al principio del abismo. Lo que me distanciaría de aquello de lo que no quería prescindir. Pero me abandonó él a mí. Y quise ser él, para poder repetirme, una y otra vez, que lo que no debía dejar era yo.