DirÃa que pasó por encima, despiadado, agudo e indoloro. DirÃa que se hizo notar, a su manera, entre amaneceres desvestidos e idas sin despedidas. Llegó y marcó, raudo y directo, desde enero hasta diciembre. En todos y cada uno de los meses que, de la nada, se quieren escapar a escondidas hoy del calendario. DirÃa que desaparece, sin importar leyes fÃsicas ni quÃmicas, rigiéndose por su propio ritmo descontrolado que hace eco en lo vacÃo. DirÃa que el tiempo ha hecho de las suyas este año, con sus daños colaterales y efectos secundarios diversos, y no me equivocarÃa. Cada vez más deprisa, el tiempo huye de lo par para entrar a lo impar, acelerando mi ritmo cardiaco y disminuyendo sus segundos desacelerados en una cuenta atrás que trae consigo un comienzo. La consecuencia y la sensación colateral del coletazo final del 2014: el 2015. DirÃa que tiene ganas de poner el contador a cero para comerse el mundo a bocados, siendo él su único enemigo. Tiempo contra tiempo. Y a contratiempo. Sin pensar en lo que pudiera suceder en lo subsecuente de su tiempo. No desea siquiera causas: desea efectos. DirÃa que lo suyo es vivir de efectos causados por sus defectos. Y más que defectos, de sus virtudes. DirÃa que el tiempo desea dejar secuelas a tu razón de ser, igual que las estrellas fugaces desean ser movimiento. Provocar asà en la gente reacciones por su actuación, con la única intención de ser parte de la causa y efecto de la vida. Él quiere ser el fruto del brillo de los ojos, la anarquÃa de la discusión y el réquiem de la reconciliación. Quiere ser cómplice del amor para colocarte, atontarte y jugar con tus sentimientos, congelando sensaciones que dilatan las pupilas de cualquier idiota enamorado. DirÃa que quiere verte perder el tiempo en sus juegos: mientras tú buscas la causa, él quiere encontrar tu efecto. Y tener presencia asà en las huellas que esconden tus arrugas, en las preguntas que no encuentran respuesta dÃa a dÃa en tu próximo año. Busca poseerte. Poseer tu tiempo. DirÃa que quiere ser tu mayor pérdida de tiempo, llenándote asà de goces infinitos en los que tal pérdida es el efecto secundario de la posesión. Y asÃ, perdiendo el tiempo, poseerlo hasta el último instante. Sin causas, pero con millones de efectos.
@arunchulani