El viciado aforismo anticientificista “¡que inventen ellos!”, de Unamuno, hace más de un siglo, en querella tramontana con Ortega y Gasset, ha calado, de manera casi esotérica, en el inconsciente colectivo del español trémulo que duda de su sombra. El país científicamente es otro distinto al político y carpetovetónico. Ahora cabría vengarse del sambenito del exrector salmantino y decir que lo que hay que hacer es invertir en inventar, sin más disquisiciones.
El futuro es patente, y los países que compran talento teniéndolo, pierden la materia prima y la materia gris. El Foro Con Ciencia, recién fundado en CajaCanarias, con Rafael Rebolo, Octavio Llinás, Marisa Tejedor y Basilio Valladares (el Cielo, el Mar, la Tierra y las Enfermedades Tropicales), es una invocación a favor de la ciencia y los jóvenes científicos tras el austericidio que confundió ciencia infusa con insulsa. En EE.UU. invierten ya el 3% del PIB (Europa lo propone para 2020) en ciencia, y se convierte en el 50% del desarrollo económico. Cuatro casos de éxito reivindicaron en el Espacio Cultural de Santa Cruz su quehacer: los telescopios de Rebolo (2015, año 30) son los faros modernos: buscan planetas gemelos por si un día tenemos que hacer las maletas; como el faro de Orchilla tutelaba a los barcos de la ruta de Indias, el Teide y el Grantecán pasean la mirada como quien no quiere la cosa por donde las sondas se posan en los cometas como esa nave Rosetta acaba de hacer. Que venga Putin con su telescopio milmillonario al Astrofísico y con su chocolate a la Dársena Pesquera.
Los planeadores submarinos de Llinás y la energía de las olas en la Plataforma Oceánica de Canarias (Plocan) es ciencia con retorno. Como dice Llinás, si los nuestros son más listos que los de fuera, ¿por qué las pasan canutas? El Gobierno británico le envía a sus pilotos a formarse en los gliders de Taliarte, un alarde de la robótica local. Marisa Tejedor sentenció: la ciencia es un reto “competitivo”; glosó la jatrofa de Fuerteventura (hace 90 años del destierro majorero del filósofo vasco, por cierto), que produce biodiesel, y la media docena de reservas de la biosfera que produce Canarias. Y alertó, admonitoria, del proceso de desertificación climática y antrópica (por culpa del hombre) de las islas. Cuando Basilio Valladares habla tienes la sensación de que se comete con él una gran injusticia. Viene de conseguir, vía Cabildo, el aval de la Fundación Clinton, pero puso las fotos de sus jóvenes cerebros en fuga por supervivencia y se te cae el alma a los pies. El hombre habla con corazón y con ciencia.