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Genaro Pérez Villaamil – Por Luis Ortega

   

Tres años después de su adquisición, el Museo Nacional del Prado presentó un espléndido díptico concebido por el genial Genaro Pérez Villaamil y Duguet (1807-1854) para insertar cuarenta y dos óleos -una antología de paisajes e interiores españoles, principalmente de Sevilla y Toledo- pintados sobre placas de hojalata e insertos en dos cuerpos ojivales, al gusto del revival gótico que tanto primó en el Reino Unido. Ferrolano de nacimiento, aprendió las primeras letras y los rudimentos del dibujo en su tierra natal, antes de buscar fortuna en la Villa y Corte. Fue un exaltado patriota, alistado en el ejército liberal durante la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, apresado en la subsiguiente represión absolutista de 1823 y encarcelado en Cádiz hasta 1830; es en esta ciudad, precisamente, en cuya academia inició su aprendizaje pictórico. Viajó por la América hispana y Europa a cuenta de su oficio y fue el introductor en España del romanticismo inglés, estilo al que aportó matices singulares en los encuadres y el colorido y al que permaneció fiel toda su vida. Establecido desde 1834 en Madrid, alcanzó una notable fama, tanto en su vertiente plástica como en la de animador cultural en un periodo convulso en la política y especialmente intenso para la cultura. Fue académico y profesor de dibujo de la Real de San Fernando y pintor de cámara de Isabel II; en la década de los cuarenta, 1840 y 1844, residió en París tanto por su pública enemistad con el general Baldomero Espartero como por la edición de su famosa España artística y monumental, en la imprenta de Fain y Thunot. Fue reconocido como el mejor libro de viajes decimonónico, con los cultos textos de Patricio de la Escosura y sus magníficas litografías en las que trabajaron técnicos franceses elegidos por Alberto Hauser. En estas vísperas navideñas se mostró este conjunto en la pinacoteca madrileña, rodeado de óleos, acuarelas y dibujos del pintor gallego, procedentes de la propia institución, así como dos grandes telas de quien fue su único maestro, el escocés David Roberts. Amplia y notablemente representado en las colecciones públicas españolas, el estado compró esta pieza encargada por el embajador inglés George Villiers, lord Clarendon, en 1835, para completar la visión de un artista que gozó del mayor reconocimiento internacional, con encargos y condecoraciones de distintas naciones del Viejo Continente. Pérez Villaamil murió con apenas cuarenta y siete años, fue pionero y epígono del paisajismo romántico y el paisajista que con mayor solvencia y pasión interpretó la naturaleza y la arquitectura hispanas y el que alentó el aura mágica de la que gozaron ambas en el siglo XIX.