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La inmigración que viene

   
cayuco, las galletas

FOTO DE ARCHIVO: Imagen de un cayuco siendo remolcado al puerto de Los Cristianos. | TWITTER

SARAY ENCINOSO | Santa Cruz de Tenerife

No hay fecha pero sí certeza. La inmigración irregular volverá “tarde o temprano” a Canarias y la historia no evitará que se repitan los mismos errores. Esa es una de las conclusiones que se extraen del informe España mirando al Sur: del Mediterráneo al Sahel, un detallado análisis publicado por el think tank de estudios internacionales y estratégicos Real Instituto Elcano que, entre otros aspectos, relaciona el crecimiento demográfico y económico del continente con la cooperación española y las posibilidades de que el Archipiélago vuelva a ser la puerta de entrada a Europa. Su autor, el analista Félix Arteaga, explica a este periódico que los problemas migratorios que hoy se ven en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla son la consecuencia de haber elevado los controles de las rutas organizadas que iban a Canarias, pero que estas medidas no impedirán por sí solas que el fenómeno se repita.

Desde los saltos masivos de las vallas de Ceuta y Melilla en 2005 y la llegada de 31.678 inmigrantes irregulares a Canarias en 2006, España ha desarrollado una intensa actividad diplomática, de cooperación y de seguridad que se ha traducido en una reducción sustancial de los flujos procedentes de África. Los datos no dejan lugar a dudas. El número de personas que arribaron a España pasó de 39.180 en 2006 a 3.237 en 2013, lo que supuso un descenso del 90% en términos generales. En Canarias, esa reducción fue más drástica: en 2006 alcanzaron las Islas 31.678 personas a bordo de pateras o cayucos y en 2013 solo lo hicieron 196. Mientras tanto, las dos ciudades autónomas cobraron más protagonismo: en 2012 accedieron por esta vía a Europa 2.841 personas y 4.235 en 2013 (+48,5%). A esta tendencia hay que sumar los intentos de entrada masivos este año a través de la verja de Ceuta -1.500 el 14 de marzo- y la de Melilla -600 el 2 de mayo- . Arteaga, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense (UCM), advierte de que frenar el movimiento de las personas es imposible, pero sí se puede evitar que se viva otro desastre humanitario. El crecimiento demográfico del Magreb se ha ralentizado en las últimas décadas -la tasa de fertilidad apenas supera los dos hijos por mujer-, pero no ocurre lo mismo en el Sahel y en África Occidental, donde las mujeres tienen una media de cinco hijos (seis en el caso de Malí) y la población crece a un ritmo de más del 2% anual. Según las estimaciones de la División de Población de Naciones Unidas, la población del norte de África será el 30% mayor que la actual en 2050, mientras que la de África Occidental se habrá duplicado como mínimo y en algunos países, como Malí, se habrá triplicado. La estructura de edad actual -en Senegal el 44% de la población es menor de 15 años y en Mauritania este porcentaje llega al 40%- implica que, aunque esta generación tenga muchos menos hijos que sus padres, la población aumentará sustancialmente en las próximas décadas. Y la economía de gran parte de África está creciendo, pero no tanto como para absorber este aumento de la población, lo que hará que se intensifique la emigración dentro del continente, pero también hacia Ceuta, Melilla y Canarias.

En la actualidad, las rutas organizadas no se dirigen hacia las Islas, pero esos trayectos varían. Por eso, este experto en Seguridad lamenta que la política específica para el Archipiélago culminara en 2012, cuando el segundo Plan África terminó. Este plan incluía una extensa batería de medidas que iban desde la apertura de consulados hasta el aumento de la ayuda oficial al desarrollo pasando por un mayor control del fenómeno por parte de los estados emisores. Desde entonces no ha habido una estrategia integral para Canarias. Ahora “no se puede evitar el goteo, pero habrá picos”. Arteaga lo tiene muy claro: “No hay que esperar otra crisis para poner un plan África sobre la mesa”.

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FOTO DE ARCHIVO: Cayuco llegado a La Restinga. | ÓSCAR DANIEL

Securitización de las fronteras
El papel de las fuerzas de seguridad ha sido fundamental en el freno de la inmigración. El despliegue permanente de la Guardia Civil en Mauritania y Senegal, los dos puntos principales de salida hacia el Archipiélago, ha sido “la clave del descenso de llegadas a Canarias. Los cayucos son interceptados en las propias aguas territoriales de ambos países y son devueltos a sus puertos”, explica. Desde el año 2004, “Marruecos colabora en la vigilancia de sus costas para evitar la salida de inmigración irregular y se han establecido patrullas conjuntas de la Guardia Civil y la Gendarmería marroquí, con intercambios de personal en varios puntos: Granada-Alhucemas, Almería-Nador, Algeciras-Tánger y Aaiún-Fuerteventura”.

En 2006 se puso en marcha el programa Seahorse Atlántico de la Comisión Europea para la cooperación policial (visitas, cursos de formación marítima e inmigración, patrullas mixtas, oficiales de enlace y conferencia policial Europa-África) entre España, Portugal, Marruecos, Mauritania, Senegal y Cabo Verde, al que siguió la instalación de una red de comunicaciones (Seahorse Network) que se amplió luego a Marruecos, Gambia y Guinea Bissau (Seahorse Cooperation Centres). En Gran Canaria, además, se encuentra el Centro de Coordinación Regional, apoyado por el Centro de Coordinación de Vigilancia Marítima desde Madrid. A través de esta red, los países de origen y de destino de las embarcaciones pueden compartir información en tiempo real, cooperando en su distribución, en la localización de embarcaciones sospechosas y en tareas de salvamento y de interceptación.

En 2013, a iniciativa española y sobre la base de la experiencia del Seahorse Atlántico, se aprobó el programa Seahorse Mediterráneo en el que participarán Francia, Italia, Malta, Portugal, Chipre, Grecia, Libia y España; en diciembre de 2014 se incorporaron Argelia, Túnez y Egipto.

La importancia del Sur no es solo una cuestión española o, a lo sumo, europea. La miseria en la que viven millones de personas no ha sido suficiente para que Occidente se implique más en el desarrollo africano, pero la situación ha cambiado ahora que el Sahel puede convertirse en el próximo Afganistán.

Francisco J. Berenger, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) del Ministerio de Defensa, explicaba en un documento previo a la cumbre de la OTAN de septiembre que el organismo empezaba a ser consciente de la inestabilidad africana y que la colaboración del crimen organizado con los grupos yihadistas era “un hecho constatado” y “una amenaza combinada de enorme dimensión”. “El tráfico de drogas, armas y personas y la inmigración irregular se alimentan de esta colaboración”.

Sin embargo, a pesar de la necesidad de garantizar la seguridad -en primer lugar de los habitantes de esos países, muchas veces perseguidos o envueltos en guerras interminables-, un nutrido grupo de demógrafos sostiene que es imposible poner puertas al mar. África es el continente donde más movimientos internos de personas se producen y la brecha que lo separa de Europa es la más desigual que existe en todo el planeta. Eso hace pensar que las migraciones están lejos de detenerse. La securitización de las fronteras no es tan sencilla ni tan efectiva.

Es importante para evitar el aumento de los delitos de la criminalidad internacional, pero también es imprescindible que la Unión Europea, en su conjunto, ponga en práctica políticas concretas de codesarrollo para tratar de paliar la insatisfacción que originan las sociedades corruptas, la guerra y los disturbios o la falta de libertad y derechos como causas de la emigración.