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Juicios paralelos – Por Saray Encinoso

   

Al principio solo ocurría excepcionalmente. Si un suceso escabroso acababa en manos de la justicia, los medios de comunicación dosificaban los detalles de la tragedia en entregas diarias. Ejercían su derecho a la información intentando no traspasar el de la presunción de inocencia. Con el tiempo, sin embargo, el fenómeno cambió: televisiones, periódicos y radios se llenaron de opinadores que no llevaban toga, pero que tenían tantas o más ganas de dictar veredictos que los propios magistrados. Los juicios paralelos habían llegado para quedarse.

El caso Corredor, en el que está imputado, entre otros, Fernando Clavijo, es un ejemplo más de este comportamiento. Muchos medios de comunicación han publicado informaciones sobre las conversaciones que fueron intervenidas por el juez. Algunas se utilizaron para argumentar las cuatro imputaciones iniciales; otras, aunque están transcritas y aparecen en varios digitales, no se consideraron constitutivas de delito. Es decir, muchos ciudadanos están decidiendo si el candidato de Coalición Canaria a la Presidencia del Gobierno es culpable o inocente a partir de datos que la justicia desestimó, pero que los periodistas no. Lo mismo está ocurriendo con los compañeros de partido de Clavijo: si los redactores buscan una justicia que muchas veces está más relacionada con sus prejuicios y con sus creencias éticas que con el código penal, los correligionarios del alcalde hacen exactamente lo mismo. En un acto de fe, o empachados del argumentario del partido, muchos miembros de CC han manifestado su total apoyo al regidor lagunero. Repiten una y otra vez que lo único que hizo el entonces concejal fue ayudar a la gente y que se le imputa por menudencias. Ellos también tienen ya su sentencia.

Los periodistas, pero también los políticos, deberíamos batallar con ganas para que desaparezcan las penas de telediario. La credibilidad de ambas profesiones está muy relacionada con la facilidad de fallar a favor o en contra de unos y otros. La objetividad periodística es una quimera -nuestra experiencia condiciona nuestra manera de entender y explicar el mundo- y los principios en política también -las ideologías no permiten demasiados desvíos-, pero no debe serlo la honestidad. No sirve de nada reivindicar la independencia de poderes si los primeros que no la respetamos somos nosotros. Si no, cuando le pregunten a un ciudadano si confía en la justicia, que nadie se sorprenda cuando responda “depende del juez”. Y ya no habrá marcha atrás.
@sarayencinoso