A estas alturas del siglo XXI queda alguien que siga creyendo que los jefes de estado y de gobiernos, con sus respectivos ministros y restante parafernalia institucional, son los verdaderos poderes soberanos de sus respectivos paÃses? ¿Sigue siendo tiempo de creer en Montesquieu, Rousseau, Tocqueville y semejantes? ¿Continúa transcurriendo la hora de entregarnos a la vieja historia de la división de poderes? ¿O ha llegado el momento de considerar que quienes dicen que nos gobiernan no son quienes nos gobiernan, sino los representantes de quienes de verdad nos gobiernan y esclavizan? ¿Es Obama el verdadero y todopoderoso presidente de los Estados Unidos? ¿Lo es Putin de Rusia? ¿Hollande de Francia? ¿Rajoy de España? No.
Categóricamente, no. Estos señores no son más que el logotipo, la marca. Y el careto de cada uno de sus paÃses. Si recurrimos al ejemplo de un coche, Obama serÃa la insignia de Ford; Hollande de Citroën o Peugeot; Cameron de Rolls Royce. Y Rajoy de las motovespas… Piensen un poquito. Reflexionen, por favor: el motor, los pistones, la culata, la caja de cambios la trasmisión, (cuán importante es la trasmisión, sobre todo , de las noticias por la radio y la televisión), pertenecen al poder. Son el verdadero poder. Los que mueven el mundo en base a sus intereses. Los polÃticos que vemos en la tele no pasan de ser la insignia que se asoma a la punta del capó. A lo sumo, la rejilla que define la marca del automóvil. Nosotros, los ciudadanos. Los que votamos. SÃ, los que votamos cada cuatro años, sólo somos el tubo de escape. Del escape y el silencioso. Por donde salen los gases, es decir, los pedos que se tira el coche. Los que se tira el poder. Por ello creo que los jefes de estado y de gobierno no son más que almanaques colgados de la pared. Floreros en medio de un pasillo. Nos hacen creer que nos gobiernan. Por nuestro bien. Pero sólo sirven a los intereses de quienes nos explotan. Y cobran por ello. Migajas, dicen. Pero cobran migajas que se convierten en panes. ¡Qué digo! PanaderÃas. Silos de trigo y millo. A costa de nuestras costillas.
Nuestros jefazos visibles tienen tiempo para el amor. Putin está enamorado. Hollande está enamorado. Obama está enamorado. Pero de Raúl Castro. Para jodienda de Maduro, que se ha quedado sin un duro por culpa de los bajos precios del petróleo. Y ya no le quieren ni los cubanos. Malo, maduro. Otra marioneta en manos de los motores y los cilindros del gran poder. Que siga viendo a Chaves a través de los pajaritos.
Yo voy a enterarme de cómo se consigue una tarjeta black…
¡Puaf, qué asco!
Postdata.- (Corea del Norte le ha jeringado una pelÃcula a Sony. ¿Careto del jovenzuelo de los ojos rayados…? ¿O juego de tronos de la economÃa mundial?).
Piensen. Reflexionen… ¡Háganme el favor!