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Mediación (VIII) – Por Andrés de la Vega Alcañiz*

   

Como en todo, desde que nació la historia, el hombre se relaciona y se inicia lo social que se estructura en lo real y surge la realidad social. Después se acerca el Derecho y configura la ley y más, las leyes que deben recogerla, apoyarla, regularla y protegerla. Para ello, de forma permanente, ha de mejorarla. Así lo merece lo de mediar, que aquí no significa ponerse en medio ni ser un medio, para nada, ni tratar de intervenir entre A y B. El medio solamente lo es la mediación que, por sí sola, no sería nada si no hubiera un mediador, por lo que la ley ha de exigirle, y él ha de superarse.

El mediador con las partes, como los llama la ley, ha de iniciar un camino que también es mediación y al consultar a la ley ha de aplicarla para cumplirla. Así inicia una sesión informativa, con pasos suaves concretos y precisos, informándoles. El mediador es generoso en todo momento y da preferencia a las partes, les presenta el escenario como es, y busca darles a conocer cuanto poder encontrar en él, comprobando que les gusta y que lo siguen con él. Al tiempo les invitará a que comenten con franqueza y libertad, cuanto estimen oportuno sin apremios y sin forzar a expresar lo que no quieran, sin investigar razones, secretos o confidencias, pues ellos sólo dirán lo que quieran, nada más. De todos, quizá de tres, el único obligado es él a conocer el camino, a recordar los principios, a explicar qué significan y para qué los hemos de conocer, pues la aclaración es obvia: conseguir un buen encuentro, reuniones agradables, exponer cuanto queramos con lealtad y respeto. Y este es un punto esencial, pues si lo mantenemos suele surgir lo demás.

Iniciar diálogo y mantenerlo, ser espontáneo y sincero, hablar de lo que nos trae y nos invita a conversar es elemento esencial y es la cuestión principal. Saber que asistimos voluntarios, sin que nada nos obligue, que habremos de ser iguales en gestos y explicaciones, con la mesura adecuada, con deseo de aproximar, por parte de cada uno, lo que parezca mejor para poder entender lo que no pueda explicar en ambientes desiguales, en discusiones inútiles, o en peleas verbales, con expresiones superadas, de rencillas anticuadas, o extrañas a las costumbres.

Repartiendo confianza, sin promesas, sin historias, yendo al grano, a la sustancia, entre personas honestas, con afán de demostrar los mejores sentimientos, olvidando lo que fue, quizá por superficial, lo que quisimos zanjar, sólo pensando escuchar alguna palabra amable de disculpa y bienpensar, ya que todo tiene vueltas y hasta se puede enredar la madeja más sencilla y más fácil de hilvanar. Pensando en todo momento en la confidencialidad de cuantos se encuentran en ello, por no ser palabras huecas, sino obligación legal, al punto de responder todos y cada uno de los que en el sitio estén. Como en otras profesiones, regulados por leyes se encuentran los mediadores, los documentos y las personas que asisten.

Y así, aunque no me lo parece, añadiendo la mentalidad -permitiendo que lleguen a acuerdos-, la imparcialidad, ni a favor ni en contra del mediador, podríamos acabar, hablando de la buena fe, que no puede haber pleito entre personas en mediación -si lo hubiera, a consultar- y que, ¿cómo no?, que las partes presten colaboración y apoyo permanente a la actuación del mediador, con adecuada deferencia hacia su actividad. He hablado de todos los principios que recoge la Ley vigente en Mediación Civil y Mercantil 5/12 de 6-7, que derogó al R.D.L. 5/12 de 5-3, primera disposición estatal.

*Abogado. Experto en Mediación
vegaalcaniz@gmail.com
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