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Mediación (VIII) – Por Andrés de la Vega Alcañiz*

   

Decíamos ayer, o antes, es igual, que estábamos empezando a hablar. Sí, pero nosotros. Usted, no. Seguía con argumentos de que mediación no es mediar, y nos animaba a hablar y seguir hablando. Me parece bien lo que hicimos, y lo que dice usted, porque sé que ya lo entiende. Y fácil es de exponer: no digamos que no es mediar, ni que esto no es mediación. Siempre lo hemos de aclarar. Y para que se entienda bien. Nos referimos en todo caso, que cada palabra tiene uno o más significados, y que, a veces, es así, por sus propios orígenes, pues abarcaban varias cosas, la mayoría pequeñas, que ha evolucionado, ha caminado con su carga y ésta es ya pesada. En estos casos hay que descargar, bien para entregar a otra palabra que nace, bien para recortar y referir la que sigue llevando y al comprobarlo, es posible que, como en otros casos, tengamos no la tentación, no el gusto o el capricho, pues nada de susto he dicho: ¡Que es probable o necesario, sin que por eso hable, de mantener un precario! Cambiar el nombre a esta cosa, palabra que a bien sostenga, un sentido que provenga de alguna palabra hermosa.
Pero por ello, nunca habremos de dejar, de empeñar nuestro esfuerzo en poderles ayudar y no crean que así me tuerzo, o vengo a considerar, que haya diferente amor, por llamarme mediador o invitarme a algún almuerzo, que todo puede pasar. Bien, decimos que ya es hora de poder continuar, pues se ha aclarado bien. Y bien, hemos de seguir, para poder conseguir, lo que habremos de lograr.

Y sigamos el camino, y aprovechémoslo, es justo, y sepamos que esta charla, siempre la hagamos a gusto. Contestan a la vez, Flavio y Josefa, los mismos del otro día pues, si lo recordáis, no habíamos dicho su nombre. Como dije alguna vez, quizá en otro relato, que no se perdiera el rato, en buscar nombres y señas, pues personas con trato no precisan contraseñas ni comenzar con el pacto, que a veces más nos revela. Pues sigamos, mis amigos.

Bien. Vamos a ver. Ya empiezo. “Nos pensamos separar, tenemos dos hijos, un niño de 7 y una niña de 4. Y no estamos de acuerdo, en casi nada”. Para empezar, ella no acepta. Reconoce que hay problemas pero que lo ve fatal. “Y queremos que nos digas, ¡ay! perdona, te he dicho de tú”. “A mí me es igual, si aceptas que lo haga yo también y así seguimos”. Pues vamos a preguntarle a ella. Y dice: “Más que mal, es que pienso en los hijos”, y lo que ha dicho es poco, pues me parece infernal.

Y tú ¿qué opinas? Tú por fin ¿vas a mediar? No, rotundamente. Ya salió el ejemplo. Uno dice que separarse, otro dice que no, y que ¡a aguantar! ¿Quién puede mediar en esto? Ya la gente ha de entenderlo. Mediar no es decir en 8 y 10, la media es 9, que así se entiende por muchos. Pues mediar entre separarse y no hacerlo, no hay un café con leche, ni entre 15 y 20, y es que la palabra, como otras… ¡Te atendemos en seguida! El problema es que la usemos para más cosas, como las que no se puede mediar. Porque entre separarse y no separarse, no hay un término medio que hay que encontrar para mediar. Pero es ya un avance entender que lo de mediar, no es nunca, o pocas veces, lo de hallar la media, hallar la media aritmética, y mucho menos cuando de lo que se trata es de sentimientos, que no se pueden mezclar, batir y sacar.

*Abogado. Experto en Mediación
vegaalcaniz@gmail.com
mediaria.gabinete@gmail.com