X
tribuna>

¿Nueva democracia? – Por Isidoro Sánchez

   

Entiendo que no estamos en época de cambios estructurales políticos aunque hay voces que claman lo contrario. Todo a su tiempo, a su ritmo y a su nivel. Costó mucho al país llegar a convivir de manera democrática a partir de 1978. Otra cosa es que tengamos que revisar puntualmente algunas cuestiones, sobre todo a la hora de aplicarlas, pero el fondo no debe tocarse, es decir, los principios que afectan a los derechos y deberes fundamentales cívicos. Podemos y debemos esperar, lo dice Sami Nair. Ya han transcurrido algunas décadas desde la mitad del siglo XX cuando prevalecía el petróleo como combustible energético y el poder del agua y de la naturaleza se dejó a un lado. Surgieron apuestas por nuevas tecnologías tras finalizar la II Guerra Mundial y se abrieron campos de esperanza en la mayoría de los continentes, no obstante siempre hubo dolorosas excepciones, que se mantienen en algunos casos puntuales. Al parecer, ahora la gente joven quiere un cambio sistémico en la vida global del planeta, algo similar al mayo francés del 68, aunque algunos expertos duden a la hora de aceptar el cambio en nuestro clima planetario que tanta influencia está teniendo en la vida de la ciudadanía. Quizás por ello convenga, en el arranque del desorden mundial del siglo XXI, analizar lo que estamos viendo a escala mundial, en Europa y América de manera particular y lo que sucede con las revoluciones sociopolíticas en el Oriente Medio, las secuelas de la revolución cubana en Venezuela, la irrupción de los países emergentes, las consecuencias de la perestroika y la caída del muro de Berlín e, incluso, con la misma Unión Europea. Ello nos lleva a pensar en la necesidad de estar activos políticamente, y como uno se ha educado gran parte de su vida en el ejercicio de la democracia tanto en el mundo universitario del tardofranquismo como en el político tras la Constitución española de 1978, he de reconocer mi pasión con la democracia. Conocí políticamente Venezuela y Cuba a lo largo de varios lustros, tras la visita de Rómulo Betancourt a La Orotava en 1981, y después que Paco González Casanova me presentara a Fidel Castro en La Habana en 1986. Visto lo visto, concluyo siguiendo al profesor y filósofo iraní Jahanbegloo, quien dijo que el sistema democrático no se basaría en el poder que se ejerce sobre la sociedad, sino en el poder que hay dentro de ella. La democracia la hacen los seres humanos y su suerte va ligada a la condición humana, y una sociedad inspirada solo por valores de consumo acabará regida por la mediocridad. Es decir, hace falta una nueva democracia.