Rajoy es Rajoy. Terco, obstinado, tranquilote, poco dado a la improvisación y el cambio por el cambio. A veces da la impresión de que se muestra perezoso a la hora de adoptar decisiones de calado polÃtico, como en el caso del reemplazo de la destituida ministra Ana Mato. El presidente ha preferido no tocar el Gobierno y aprovechar a un ‘hombre de la casa’, una persona de su absoluta confianza, alguien previsible como él, buen gestor -lo demostró durante sus ocho años al frente de la alcaldÃa de Vitoria- y con reconocida sensibilidad social, que también acreditó en los parlamentos vasco y nacional, donde se ocupó de cuestiones comprometidas de Ãndole comunitaria. El nuevo ministro, Alfonso Alonso -cuyo padre, el acuarelista Ramón Alonso, reside en Tenerife desde hace muchos años-, era hasta ahora portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, donde estos dÃas se alaba, también por la mayorÃa de la oposición, su talante abierto, sencillo y dialogante. Con buena mano izquierda, partidario de una polÃtica diáfana y transparente y de un regular entendimiento con los medios de comunicación social, de los que con tanta frecuencia huÃa su antecesora, Alonso es uno de los pocos reconocidos pesos pesados del PP. Sus muestras de independencia a la hora de adoptar decisiones y forjar acuerdos con otros partidos polÃticos se consideran un buen indicio para esta nueva etapa del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, donde la mala gestión y las polÃticas de recortes y copagos quemaron a su antecesora en el cargo. La financiación de la sanidad pública, escasa de recursos y con serios problemas pendientes -como la muy elevada deuda con los proveedores del sector-, será una de las cuestiones que habrá de atender con urgencia el nuevo ministro más la reforma de las Leyes del Aborto y de Violencia de Género, el Plan Nacional de Apoyo a la Familia y la Maternidad y la Ley de Protección de la Infancia. Se trata de cuestiones de fuerte incidencia social para las que Alonso parece especialmente cualificado con arreglo a su trayectoria polÃtica. Un buen sÃntoma para un Gobierno gris y poco querido, obligado a cargar con el desgaste de la crisis económica y de las inevitables e impopulares medidas y recortes en sectores muy sensibles para la ciudadanÃa.