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La punta del viento>

¿Para cuándo una escuela de políticos? – Por Agustín M. González

   

La psicóloga tinerfeña Tamara de la Rosa, colaboradora de DIARIO DE AVISOS, nos ofreció días atrás en su columna El Diván una interesantísima y oportuna lección sobre corrupción y personalidad. Afirmó la experta que, desde el punto de vista psicológico, hay personas que están más predispuestas que otras a ser corruptas. Y delimitó dos rasgos definitorios: la personalidad narcisista y la personalidad antisocial. La combinación de estas dos características desemboca en muchos de los casos -no siempre, por supuesto- en individuos egocéntricos, fríos, manipuladores y carentes de ética, con ansias de poder y obsesionados por el beneficio personal. He aquí el prototipo del corrupto, que igual lo podemos encontrar en la política, como en los negocios, en el deporte, en el periodismo o hasta en la Iglesia. Apunta Tamara de la Rosa que cometen el acto corrupto una vez y si les sale bien continúan luego, como si fuera una adicción. Se transforman en adictos al poder, al dinero. Para el caso concreto de los políticos, y como forma de intentar prevenir el fenómeno de la corrupción en este ámbito, la psicóloga plantea una idea que me parece muy acertada: realizar a los aspirantes a político pruebas psicotécnicas previas y un examen u oposición, como ocurre en otros muchos ámbitos, incluso con menor nivel de responsabilidad. “Es necesario establecer filtros” a los políticos, sostiene De la Rosa con una lógica aplastante. Y a eso yo me atrevería a añadir, como modesta propuesta -y tras muchos años de trabajo cerca de la política y de los políticos- que además de esas pruebas psicotécnicas, y con el fin de conseguir candidatos capacitados y además honrados, se debería obligar a todos los cargos públicos electos a pasar al inicio de su actividad por un curso previo de formación, reciclaje y cualificación en materias como la administración pública, el derecho, hacienda y hasta protocolo y relaciones sociales. Si en estos tiempos actuales la política ha alcanzado un alto nivel de profesionalización, debemos apostar de una vez por todas o por elegir a los mejores para esta importante labor pública y pagarles mejor que en sus profesiones particulares, o al menos reciclar y formar a todos esos candidatos que -se supone- llegan a la política con buena voluntad, ilusión, vocación de servicio… y poco más.