Ya se sabe que, desde que nacemos, morimos un poco cada dÃa. Por eso, al concluir 2014 muchos ciudadanos -optimistas en su mayorÃa- volverán a considerar que, para bien o para mal, han vivido un año más, mientras otros -los pesimistas, que los hay, y en buen porcentaje- pensarán que les queda un año menos de estancia en este mundo nuestro. Es lo que tienen las simplificaciones duales. Las mismas que se dan en la realidad social, polÃtica y económica española: mientras para unos, los de la España oficial, con Rajoy a la cabeza, las cosas mejoran, para otros, los de la España real, todo sigue más o menos igual: la misma, o mayor, corrupción; un desempleo de escándalo, que si se reduce es a costa de precariedades, temporalidades y pérdida de derechos; unas clases medias en franca disolución y sobre las que sigue cargando el peso principal de la crisis; un proletariado y unos parados y marginados sociales que viven de las ayudas y prestaciones oficiales -cuando las hay- y de la caridad familiar o privada… Estas dos caras de la misma moneda cierran un año duro y convulso, inevitablemente lleno de ajustes, dificultades y empobrecimientos. Con caras nuevas que ganan protagonismo público, como Felipe de Borbón, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias -o Fernando Clavijo y Patricia Hernández, por quedarnos en Canarias-, mientras otros -el rey Juan Carlos, Rubalcaba, Mayor Oreja, Gallardón, Mato y Paulino Rivero (con vencimiento en mayo)- se van porque asà lo determinan las circunstancias de ese flujo y reflujo de la polÃtica y que aquÃ, en las Islas, nos trajo un año de insoportable y falsa alarma petrolera. En dos o tres semanas sabremos si hay o no ese oro lÃquido tan denostado por quienes saben bien que no pueden prescindir de él, como ocurre con el pequeño Nicolás y las revistas del corazón morboso. En el exterior, ha sido el año de la invasión rusa de Crimea, del avance del Estado Islámico ante la pasividad occidental, de la recomposición de relaciones Cuba-EE.UU. y de la consolidación de un personaje excepcional: el papa Bergoglio. Estamos en vÃsperas de un apasionante año doblemente electoral y del estreno de ese gran desconocido que es el REF. O como el nuevo IRPF, que nos devolverá, más a menos, las cifras impositivas de 2011. ¡Feliz 2015!