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El dardo >

Sensibilidad social – Por Leopoldo Fernández

   

La especial incidencia de la crisis económica aconseja la aplicación de políticas de singular sensibilidad social, sobre todo por parte de las autoridades y organismos públicos. En esa línea seguro que se inscribe la decisión del grupo de gobierno en el Cabildo de Tenerife de mantener invariables para el próximo año las tarifas del tranvía y las guaguas. Otro tanto puede decirse del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, que ha llegado más lejos al rebajar algunos impuestos municipales. El mismo Gobierno de Canarias, que no suele cumplir en algunas cuestiones relacionadas con la dependencia, ha tenido el detalle de, a partir del próximo año,  asumir a su costa la vacunación contra la neumonía y contra la tos ferina en el caso de las mujeres embarazadas, así como el adelanto a las niñas, de los 14 a los 12 años, del suministro del suero contra el papiloma humano. Como es natural, estas medidas suelen tener carácter generalista, con lo que al final se benefician todos los ciudadanos, aunque lo agradecen más quienes soportan los más duros efectos de las adversidades, sobre todo las que afectan al empleo, el bolsillo y la salud. Se trata de tres ejemplos entre muchos otros -a cargo, en su mayoría, aparte las iniciativas oficiales, de distintas ONG, con Cáritas a la cabeza, y de ciudadanos particulares que prefieren permanecer en el anonimato- sobre la implantación de lo que podríamos llamar conciencia social, sentido social o moral social. Esto supone contar con todos, en afán cooperador y solidario, para combatir las injusticias y las desigualdades, por encima de paternalismos e individualismos. Son tantas las necesidades y las dificultades de la sociedad que sólo con la unión y el apoyo de todos pueden tener posibilidades de solución. La  caridad no suplanta a la justicia, que muchas veces el Estado no puede abarcar en toda su extensión; por eso deja abierto un amplio campo de acción humanitaria a instituciones, organismos y asociaciones, así como a la  beneficencia privada y a la caridad en su sentido fraternal más amplio. Como decía Laín Entralgo, el género humano se dignifica y engrandece cuando es el amor al prójimo, y no sólo el material genético, la convención social y el interés cotidiano lo que entre sí asemeja y vincula a los hombres.