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Aquí no hay petróleo – Por Jorge Picazo Díaz*

   

Durante muchos meses la población canaria ha sido bombardeada por todos los costados con el tema del petróleo en nuestros mares, asunto que desde el principio se politizó y del que surgieron dos versiones: la del Gobierno de Canarias, con nuestro presidente Paulino Rivero a la cabeza, que con la mayor parte de la población opinaba que los riesgos que conllevaban para nuestra economía turística las extracciones petrolíferas no compensaban las tan cacareadas ventajas de la empresa Repsol de que se crearían cientos, miles de puestos de trabajo; por otra parte, el Gobierno de la nación, su partido PP y el ministro de Industria -sin embargo, un canario- querían a toda costa que se realizasen las prospecciones a pesar de las protestas populares para a continuación extraer el oro negro a poca distancia de las costas de Fuerteventura para enriquecimiento, en primer término, de una empresa privada. Durante muchos meses se nos emitieron por los canales de televisión entrevistas con técnicos del ramo que nos aseguraban que no existía peligro alguno, y que con todo ello la población canaria iba a beneficiarse, la riqueza nos visitaría y nuestro nivel de vida mejoraría hasta límites insospechados, corrigiendo nuestro paro y enriqueciéndonos en un santiamén. Junto a ello, la imposición del Estado, la tozudez -mezclada con algo de arrogancia- del señor Soria para cumplir los objetivos que presuntamente le habían marcado, y la negativa a que se hiciera un referéndum entre la ciudadanía canaria, nos llevaron a pensar que la partida estaba perdida y que sólo un milagro nos salvaría de tener cerca de nuestras costas la industria petrolera y sus peligros: vertidos, terremotos, pérdida acaso de la riqueza piscícola, menoscabo del turismo y, probablemente, algún que otro roce con el vecino Marruecos que también buscaba las mismas cosas en los mismos lugares, eso sin contar con que ya se sabe -y tenemos experiencias- que las zonas del mundo que poseen petróleo acaban por convertirse en ejes del mal cuando las grandes potencias se dan cuenta que el petróleo puede ser monopolizado por ellos.
Pero ahí no acababa la cosa. Junto a la negativa drástica por imperio de la ley a que la gente opinara, empezaron a venirnos otros bombardeos en plan de anuncios; en uno de ellos, una señorita rubia monísima, que decía vivir en otros paraísos tropicales, argumentaba encontrarse de perlas en su hábitat natural, bañándose todos los días en la playa y haciendo surf dado que la existencia de extracciones de crudo cercanas la ponía aún más feliz de lo habitual, hasta tal punto que los habitantes de este archipiélago empezamos a pensar si el petróleo no sería a fin de cuentas un bien para nuestros cuerpos curtidos por el sol, y si un posible vertido no nos ayudaría a ponernos más morenos.

Así las cosas, hoy se nos ha sorprendido a todos con la idea de que a Repsol no parece interesarle ya la idea de extraer petróleo en estos pagos, no sabiendo todavía si el crudo es de mala calidad, si su extracción es demasiado costosa o si existen otras causas que se nos escapan. Lo cierto es que la noticia ha llenado de alegría a la inmensa mayoría de la población, y lo que no pudimos lograr a través de nuestros votos parece que las razones naturales nos han dado indirectamente la razón. Ni siquiera el menor valor de obtención del gas y el petróleo que contienen los esquistos y que se obtiene por fracturación hidráulica -agua inyectada a presión en zonas profundas- método llamado fracking les ha convencido, o quizás han pensado que los inconvenientes y riesgos eran peor de lo que se había dicho, el caso es que parece que por lo pronto han desistido. Y nosotros, los habitantes de estas Islas Afortunadas, tan contentos. No todos los días se nos permite participar -tal y como están los tiempos- de una noticia que nos inunde tanto de alegría como ésta. Bendita tierra canaria, a la que la providencia no ha bendecido con la existencia de oro negro a raudales y de la que no se va a extraer petróleo ni para encender un mechero.
*ARQUITECTO