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por qué no me callo >

La cicuta – Por Carmelo Rivero

   

Metafórica y políticamente, estaríamos hablando de la obsolescencia programada de Pedro Sánchez. En la cruda realidad, se empezó considerando suicidio inducido el caso del fiscal argentino que acusaba a Cristina Fernández de Kirchner de encubrir un atentado iraní en su país. Pero, como en las novelas de Van Dine, hay un Vance que le busca tres pies al gato, y al fiscal Nisman no le hallaron restos de pólvora en las manos y sí pisadas y huellas digitales en un pasadizo que comunica un apartamento con su casa, en cuyo baño acabó con un balazo en la cabeza, en la víspera de revelar en el Congreso sus averiguaciones. Vidas marcadas por el destino. El fiscal se encontró con una granada en las manos y antes de soltarla le explotó. Su muerte la enmarcan en una retorcida conspiración.

Es conmovedor el caso de Pedro Sánchez, el hombre que arrastra su condena en el corredor de una muerte política inducida por sus adversarios internos. La cena de Pablo Iglesias y Errejón en la casa de Bono con este, Zapatero & Cía., es la puñalada trapera en la sombra de Susana Díaz, que espera un hijo y espera también el poder en su partido si las cábalas se cumplen y Sánchez se la pega en las urnas. Iglesias camina por ese alambre entre dos mundos, la casta y su jardín, haciendo amigos en el PSOE, cuya rosa quiere arrancar; en Grecia su aliado es Syriza, ante cuyo asalto al cielo de ayer asistió al mitin de Tsipras en Atenas como a un ensayo mediúmnico del final en España del Pasok. En el ecuador de la crisis, un pensionista se inmoló en la plaza Syntagma -el mal de Antígona-; la reacción popular se tradujo en más Syriza. Tomen nota algunos por aquí. Demasiada ponzoña infesta el clima político terminal en España y en Europa, bajo la implacable metamorfosis de dirigentes y partidos. Más de una Cleopatra reparte dosis de belladona. Pero se autoengañan quienes copian a Maquiavelo sin recato; estos podrán ser tiempos de cicutas, más no está claro que ahora se llegue al poder tan solo con tretas, dado el desencanto. En cierta ocasión (me remonto a 2012, mayo), Günter Grass escribió un poema sobre el suicidio-también inducido- de Grecia que tramaba provocar Alemania respecto a Europa. Tal como ahora la maldicen “los dioses a coro”, pero, añadía el Nobel alemán, “sin ese país te marchitarás, Europa, privada del espíritu que un día te concibió”. La manguera de Draghi excluye a Grecia de momento, hasta ver en qué quedaba el sorpasso de ayer. Resulta patético ver pasar la copa de Sócrates hacia el destinatario -países, líderes y togados- en la boca del lobo.