X
por qué no me callo >

Selfi – Por Carmelo Rivero

   

Manoseamos el idioma haciendo poses con neologismos extravagantes, y el idioma -ese buenazo- se deja. Si decimos selfi y no autorretrato, pues digamos el selfi de Rembrandt y abramos la veda en ese coto. La palabra de marras -que prefiero, con todo, a su predecesora escrache, en el ranking de Fundéu-  es reflejo de un egotismo estándar. Los recuerdos de egotismo de Stendhal eran de amor y desamor, pero esta egolatría simplona tan en boga debería haber perdido sentido y contar tras el meteorito de la crisis entre sus dinosaurios. Sin embargo, el selfi, la palabra de postín, reina con ringorrango en un año malhablado que se fue (según el observatorio del español urgente). Era más edificante la moda del self-made man (o woman), si la desplumamos de malentendidos con la era del pelotazo -de entresiglos-, y promete regresar a la jerga política y mundana como mito más acorde a resultas de la crisis: el individuo hecho a sí mismo, fruto de su esfuerzo. Mal nos iría con el selfi mirándonos en el espejo todo el rato o mirándonos el ombligo; siempre tendrá más fundamento mirarnos en las propias obras, que no es la misma mismidad, lo cual aboca a batallas de filósofos, y falta nos hace. Uno de los contrasentidos de esta travesía del desierto es que se haya impuesto el culto a la imagen y no a las cosas obradas, cuando andamos sobrados de pintas y figurones (y las leyes del mercado presuponen en tal caso su consecuente depreciación), pero tan escasos de cosas bien hechas, ya no digo de trabajo. Este imperio de narcisismo rampante en las redes, de selfis hasta en la sopa, no parece ir parejo con los tiempos reales, si son ciertos los duelos entre egos y podemos (donde las encuestas asignan votos antes de conocer los candidatos), aunque también los egos de Podemos nos indican que no están a salvo de ellos. Thomas Piketty, el economista del momento, con su ensayo superventas sobre El capital en el siglo XXI (mil páginas que se resumen en este selfi del capitalismo: los ricos son cada vez más ricos; luego, que paguen un impuesto progresivo) renuncia a la Legión de Honor de su país. Este francés se borra de la foto, aunque en todo esto haya un ego al revés. Y vayamos terminando con la imagen de los niños del ébola jugando con murciélagos, que, al parecer, fue la causa del mal. Hay juguetes que carga el diablo. Me traje a Perú la novela de Pierre Lemaitre Vestido de novia. Un tipo hackea la vida de la protagonista y la enloquece con equívocos cotidianos. El juego favorito del egocéntrico Kim Jong-un, cazar murciélagos en la red, es ese temible ébola bélico: el ciberataque. Anoten la palabra.