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Yo no soy Charlie Hebdo – Carmelo J. Pérez Hernández

   

Me había propuesto no escribir sobre el tema, aunque sabía que éste es el tipo de tentaciones en las que quiero caer. Me refiero a escribir sobre la matanza de periodistas y otras personas perpetrada por extremistas islámicos en Francia. Lo primero y más importante es sumarme a la rotunda condena que todo hombre de bien ha de hacer de la carnicería consumada por esos hijos de Satán. Ningún acto, opinión, escrito, dibujo o garabato puede justificar esta barbaridad. Nada. Ni siquiera el hecho de que semanalmente ponían a Dios a caer de un burro.

Porque eso es lo que ha pasado. Que a fuerza de ver arrastrado el nombre de Alá y el de su profeta, las bestias encontraron una excusa para transformar el odio en balas; y en proyectiles su arcana pretensión de dominar el mundo a bastonazos. “Si alguien dice una mala palabra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo”, ilustró el Papa. Las hordas pronto denunciaron que estas palabras justificaban lo sucedido, cuando Bergoglio sólo describía esa satánica lógica del terror en la que asientan sus posaderas los yihadistas. “Matar en nombre de Dios es una aberración”, sentenció el Papa.

Ahora, tal es la conmoción que millones de personas abrazan el lema Je suis Charlie (“Yo soy Charlie”). Yo no. Yo no soy Charlie Hebdo. Porque yo no encuentro mérito alguno en la crítica sistemática al hecho religioso y hasta valoro como aparatosamente mediocre ese recurso de convertir a personas y hechos que más de media Humanidad consideran sagrados en el material con el que hacer chanza permanente.

No propongo perseguir ni censurar a quienes dibujan o escriben en contra de las religiones. Faltaría menos. Las hogueras se apagaron hace muchos siglos. Las que permanecen encendidas aún hoy entre nosotros son más bien las de la falsa progresía, donde calcinan todo lo que no sea compatible con su limitada forma de leer el mundo.

No. Patíbulos, no. Pero sí diálogo sereno sobre el tema. Un diálogo que no se va a producir, porque muchos de los que podrían favorecerlo sólo piensan en tácticas para conservar el culo pegado a su silla de mandamases, evitando su obligación de crear espacios para la serenidad, el encuentro respetuoso y el desencuentro sosegado. Lugares que no existirán, en los que hablar de libertad de expresión y de respeto a las creencias de cada cual.

Patíbulos, no. Y tampoco altares. Los creyentes compartimos con el resto de los hombres la responsabilidad de mantener en pie el legado de los derechos humanos y las conquistas sociales, que no son una herencia, sino una tarea para el día a día. Retroceso, nunca. Ni en nombre de Alá, ni de su profeta, ni de sandiós. Ni por la alianza de civilizaciones, ni por sanpicopato.

La cultura occidental no es perfecta. Pero sus avances se cimentan en los triunfos de hombres y mujeres que han conseguido que otros entiendan el sagrado valor de ser hombre y mujer. Mirar atrás, nunca; ni para coger el impulso de la falsa benevolencia.

No me gusta Charlie Hebdo, pero sería una tragedia que alguien escribiera con fusiles lo que me puede gustar y lo que no. Y las semillas de ese diablillo rondan por ahí; ustedes ya me entienden.

@karmelojph