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ÁNGULO 13 >

El enigmático San Valentín

   

san valentín

Por Juanca Romero Hasmen

El día 14 de febrero amenaza en el cercano calendario semanal. Como cada año, la ritualística del cortejo obligatorio y las compras desmedidas se presentan en nuestras vidas sin casi pedir permiso, tirando de la Visa y dejando en evidencia las capacidades para sorprender a la respectiva pareja. Llega la recurrente celebración de San Valentín, un día para pintar de rojo nuestras vidas y decir Te Quiero con un promedio por encima de lo habitual. Sea como sea, celebrarlo se convierte en una distinción social; si lo haces, serás bien mirado socialmente, y si no lo haces, los que te rodean harán lo posible por hacerte quedar ante los demás como un insensible y tosco amante de tu pareja. ¿Pero quién fue San Valentín?, y lo que parece más importante, ¿a quién demonios se le ocurrió la idea de celebrarlo con tanta frescura y ligereza?

La historia de San Valentín hay que situarla muchos siglos atrás, y rodeada de un ambiente de leyenda verdaderamente marcado. Tanto es lo oculto que tiñe esta historia, que hasta la propia Iglesia Católica pone en duda la existencia del santo, y desde el año 1969 no celebra su festividad. Para ir a la raíz de esta tradición, hay que viajar en el tiempo hasta el siglo III, cuando el cristianismo se expandía con mucha rapidez y cierta virulencia por el Imperio Romano, a pesar de que los emperadores hicieron todo lo posible por erradicar la nueva fe que se expandía por sus tierras, poniendo en peligro la continuidad del Imperio. Es en esos días precisamente cuando aparece la tradición de tres mártires romanos llamados Valentín. Si consultamos las fuentes, unas indican que San Valentín de Terni fue el auténtico, otras hablan de un tal Valentino que recibió martirio en tierras africanas. Pero es otro mártir el que goza de mayor aceptación, quizá por lo romántico de su historia. Me refiero a San Valentín de Roma.

San Valentín de Roma fue un sacerdote que acompañaba dando consejos espirituales a los cristianos que caían presos en persecuciones, y les ayudaba a prepararse para el proceso de martirio y la posterior muerte. Cierto es que hay otra versión que habla de él como un sacerdote que se dedicaba a casar con el rito católico a los soldados romanos a pesar de que estaba prohibido porque las autoridades -por decreto de Claudio II- tenían el convencimiento de que al casarse, estos jóvenes perdían capacidades para el combate debido a los vínculos familiares que crea el matrimonio. Evidentemente, nada más ser sorprendido, Valentín fue sometido a martirio y acabó decapitado. Versiones sobre quién pudo ser este hombre, hay innumerables, y muchas de ellas totalmente disparatadas como la que indica que este sacerdote fue apresado y se enamoró de la hija del carcelero, a la que dedicó una bellísima carta de amor, cargada de amor y pasión y firmada con un “de tu Valentín”, punto de origen de la tradición de enviar cartas y mensajes de amor entre los enamorados el día 14 de febrero.

Un par de siglos después, concretamente en el siglo V, la Iglesia Católica recoge las andanzas de Valentín, nombrándolo santo y convirtiendo el 14 de febrero como el día de su conmemoración. De este modo, y como ocurre de forma reiterada a lo largo de los siglos con otros personajes y celebraciones paganas, la Iglesia intenta cristianizar la celebración pagana de las Lupercales, una especie de aquelarre entre lobos y un macho cabrío, que se celebraba a mediados del mes de febrero. Resulta llamativo ver como la propia Iglesia Católica desde el principio puso en duda la autenticidad de los hechos atribuidos a San Valentín, incluso afirmando el papa Gelasio I que Valentín era uno de esos santos “cuyos nombres son venerados por los hombres, pero cuyos actos sólo Dios conoce”,
¿En qué momento se asocia a San Valentín con el amor romántico? Tendremos que viajar hasta la Edad Media para establecer la imagen del santo como el patrón de los enamorados, e ir creciendo la fábula rodeándose de adornos y florituras, algunas de marcado contenido romántico festivo. La festividad fue eliminada del calendario de la Iglesia en el año 1969, en un fallido intento por parte de las autoridades católicas por eliminar de sus listas los nombres de esos santos de dudosa procedencia y justificación.

Pero si hay culpables de primera línea en eso de otorgar a San Valentín lo de ser el patrón de un día de los enamorados, habría que acudir a los países anglosajones, donde a lo largo del siglo XIX se instauró la tradición de intercambiar postales con mensajes amorosos el día de los enamorados. Después se sumo a esta tradición lo de regalar a la pareja rosas, bombones, joyas y otros presentes. Como suele ocurrir con las celebraciones que ganan relevancia social, el comercio y la publicidad se adueñan de ellas y las convierten en todo un espectáculo televisivo, radiofónico y multimedia del que es casi imposible evadirse. Y siempre ocurre que las grandes citas comerciales vs festivas llevan implícitas un sinfín de costumbres, ritualística y manías que llenan de boato lo que, si no fuera por esto, pasaría a ser un día penoso y sin gloria. En tiempos pasados se escuchaba decir aquello de “un pájaro por un marido”. Las jóvenes mozas que observaban el revolotear de los pajaritos en el cielo, intentaban adivinar quién sería el marido para el que estaban destinadas. Un gorrión era señal de matrimonio feliz, pero con poca abundancia económica. Si veían volar a un petirrojo, el matrimonio sería con un marinero, y un jilguero implicaba matrimonio feliz y lleno de abundancias. Me pregunto yo qué ocurriría si la bella dama era testigo del volar de una urraca, o lo que sería peor, si ésta al pasar sobre su cabeza dejaba caer un torpedeo de excrementos sobre las largas melenas de la mujer. ¡En fin!, difícil saberlo. Otra tradición nos situaría en la lejana y antigua Lorena. El 14 de febrero los hombres más jóvenes escribían en una lista el nombre de la mujer que había elegido. La llenaba de pequeños regalos durante todo el año. Si se daba el caso de que eran varios hombres los que elegían a la misma mujer, todos los hombres implicados debían acudir a una especie de tribunal a defender su causa amorosa. El vencedor de este pleito, podría entonces iniciar su reguero de regalos y prebendas. Ahora bien, si era la mujer la que se sentía atraída por un hombre, ésta dejaba caer su pañuelo al suelo para que el gesto fuera entendido por él. Todo este tipo de gestos ha evolucionado y ha pasado a convertirse en mensajes secretos, postales llenas de corazones, ositos y rosas… Aprovecho la ocasión para felicitar a floristerías, papelerías y restaurantes con ambiente romántico, vienen los Reyes Magos para todos ellos.

En otra ocasión, y de forma monográfica, hablaremos de la posibilidad de que San Valentín fuera español, concretamente de Almería. Muchos ciudadanos de este bello lugar afirman haber visto las reliquias del santo expuestas en la catedral para veneración de los fieles todos los días 15 de mayo, día de San Indalecio, curiosamente, patrón de la provincia. Pero la historia del San Valentín almeriense la dejaremos para más adelante, contando con la persona autorizada e ilustrada para tratar este fantástico expediente. Ahora solo me resta desearle una feliz semana, llena de intenciones, algunas compras y mucho amor a repartir el próximo sábado, 14 de febrero.