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Historias con futuro – Por Saray Encinoso

   

La invitó hace unos días la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra para hablar del futuro del periodismo y se dedicó a explicar la larga vida que le queda por delante a la narrativa. Lo que importa son las historias, pero si seguimos alentando a los jóvenes a huir de las humanidades, cada vez serán peores, advirtió. Su manera de defender el oficio más allá de los formatos no es solo una forma de hablar. Jill Abramson
-directora del New York Times hasta mayo del año pasado, cuando fue despedida después de exigir cobrar lo mismo que su sucesor en el cargo- está a punto de poner en marcha un medio digital que ignorará el mantra de la rapidez y que abogará por la lentitud, por los detalles, por la precisión, por el lenguaje exquisito y, por supuesto, por la innovación tecnológica. Solo publicará un gran reportaje cada mes y lo hará usando vídeos, audios, imágenes y cualquier herramienta que añada otro punto de vista. El negocio de esta periodista, que ha ganado varios premios Pulitzer, es la mejor declaración de confianza en la profesión que se puede hacer.

Para explicar esa adicción humana a las historias, Abramson retrocedió en el tiempo y recordó cómo en Inglaterra, en la década de 1840, grandes multitudes de personas se reunían en los muelles de Londres esperando la llegada de los barcos que traían la entrega mensual de La vieja tienda de curiosidades, la novela de Charles Dickens. “Me dirán -dijo la periodista- ¿qué tiene que ver eso con el periodismo? Esa actitud señala el anhelo humano, fundamental y básico que todos tenemos de que nos cuenten historias”.

Los que nos dedicamos a esta profesión no dejamos de preguntarnos qué busca nuestro lector, cómo se salvarán los periódicos, en qué momento las ediciones digitales serán rentables. La respuesta, sin embargo, puede que no sea tan complicada. Quienes aún compran periódicos, quienes leen los diarios mientras toman un café en el bar, quienes encienden religiosamente cada mediodía la televisión para ver el telediario, quienes escuchan todas las noches a Carlos Alsina o Angels Barceló, lo hacen por lo mismo que nosotros compramos otros periódicos o vamos al cine y al teatro: buscamos que alguien nos explique el mundo. Las webs de los periódicos funcionan como un kalashnikov: no dejan de disparar titulares, y el público, para sobrevivir, se dedica a esquivarlos. Si queremos salvar el periodismo, Abramson tiene razón: hay que empezar por las historias.
@sarayencinoso