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Opinar o discrepar en democracia – Por Ramiro Cuende

   

Antes de pasar al salón del artículo, voy a releer en diagonal, un libro que cambió mi vida hace ya bastantes años, dándole algo de cobertura a mi forma de entender la vida. Leí El miedo a la libertad, de Erich Fromm, hace muchos años, lo que me llamó la atención sobremanera fue su preclara visión de la relación entre el rebaño humano y el pánico a abandonarlo, más concretamente del miedo que genera el solo hecho de pensar en traspasar tan sólo unos metros la cerca que acorrala a los canguelistas. Hablaba de la necesidad de pertenencia a todo tipo de reatas, rebaños, sectas y otros, depositando en sus estructuras el derecho y el deber de vivir libres y responsables de nuestros actos cumpliendo con los acuerdos sociales.

Campa el miedo a las posibles represalias de gentes tan pobres que hacen de posiciones ventajistas por pequeñas que sean, que los administrados no defiendan sus honestos intereses, no vaya a ser qué, es lamentable que esto suceda hoy en día. Y, aunque sorprenda, debido a la inmadurez de nuestra democracia, de la débil educación democrática de parte del funcionariado, y, de nuestra soberbia clase política, que salvo casos aislados no coge el teléfono, ni ellas ni ellos, pertrechados tras una cohorte de gabinetes, telefonistas, secres, y demás, entre otras cosas las inmensas agendas que impiden una básica atención y me atrevo a pensar que una posible eficacia.

Tan es así, que en un país de tanta tradición democrática como es Inglaterra se han tenido que crear organizaciones de apoyo a las personas marcadas por denunciar en su trabajo irregularidades. En español no existe una traducción exacta de la palabra inglesa whistleblower, que literalmente sería soplador del silbato o “contador de la verdad”. Foxley conoció en sus carnes las consecuencias de contar la verdad. Por eso ha puesto en marcha esta organización sin ánimo de lucro que pretende ayudar y asesorar a aquellos que, como hizo él mismo hace cinco años, deciden arriesgar su seguridad y la de sus familias por defender sus principios.

¡No lo olvide! En democracia el cargo público más importante es el de ciudadano, lo dijo Louis Brandeis en 1921 siendo juez de la Corte Suprema de los EE.UU, un hombre peligroso por ser incorruptible. Sus opiniones fueron, según los expertos, algunas de las “más grandes defensas” de la libertad de expresión que han sido escritas por un miembro de la Corte Suprema. O sea, que a leer y a pensar libremente.