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El revés y el derecho >

El revés y el derecho – Por Juan Cruz y Juan Manuel Bethencourt

   

El trabajo de Manuel – Por Juan Cruz

Hace años, poco tiempo antes de morir, el gran Manuel Vázquez Montalbán me llamaba todos los veranos para mostrarme una inquietud: “¿Crees que me van a echar del periódico?” Coincidía con las vacaciones de verano, el tiempo en que él dejaba de hacer su columna habitual en El País, que era cuando le entraba la pájara: “a ver”, debía pensar, “si en este tiempo se olvidan de mi y no me vuelven a pedir nada”. Era evidente lo que le sucedía, o al menos a mi me parecía evidente, porque sufro el mismo síndrome (no sólo anual: a diario): los que venimos del proletariado más radical sentimos que en cualquier momento podemos perder el trabajo, así que agradecemos muchísimo tenerlo, y que se nos conserve. Tú te preguntas a veces, querido Juan Manuel, por qué soy tan constante en mi trabajo, por qué no fallo (aunque lo haga mal) en ninguno de mis encargos. Pues porque le tengo muchísima gratitud a este oficio, que abracé a los trece años y que me llevó, sucesivamente, por Aire Libre, por La Tarde, por El Día y por La Provincia. Ya no existen ni Aire Libre ni La Tarde, pero durante años escribí para La Provincia y lo he vuelto a hacer en El Día, donde me hice como periodista verdaderamente. Estas excursiones dominicales en DIARIO DE AVISOS, que provisionalmente alcanzan su fin, vienen de la mano de David Santos y de tu misma mano. Y he cumplido siempre, como cumplo en el resto de mi trabajo periodístico, como homenaje el oficio y como tributo de memoria al gran trabajador que fue Manolo Vázquez Montalbán, que es algo así como el patrón laico del periodismo tal como yo lo concibo.

Pausa en tiempos frenéticos – Juan Manuel Bethencourt

Esta carta, querido Juan, es la última que te remito al menos durante una temporada, aprovechando, como siempre, la amabilidad del periódico decano en Canarias. Mis responsabilidades de los meses entrantes, que no son pocas, y las tuyas en todo momento, que ciertamente son muchas -eres acaso el periodista más disciplinado que conozco, y conozco a unos cuantos- sugieren una pausa que en modo alguno supone interrupción de nuestra presencia en estas páginas. Te sugiero abrir la puerta a otras voces quizá menos familiarizadas con el lector de las Islas, pero igualmente capaces de ayudarnos a describir los vericuetos del complejo mundo que vivimos. Esta es una época muy mala para el negocio periodístico, querido amigo, pero es al mismo tiempo una edad de oro para el periodismo mismo, porque lo que el economista Jeremy Rifkin define como la era del acceso -o sea, la disposición sin límite de conocimiento a través de las redes telemáticas- en el caso de la información alcanza proporciones cercanas al infinito. Esta realidad es excitante, y también abrumadora. No sé ya en cuantas publicaciones digitales en idiomas diversos he podido leer durante los días precedentes reflexiones y pronósticos relativos al futuro de la Europa unida tras el predecible vuelco electoral en Grecia. Fue apenas hace una semana y ya se nos antoja una noticia vieja. Y poco antes fue el atentado terrorista en París, y antes cualquier otro acontecimiento que sacudió nuestra modorra isleña para recordarnos que lo que ocurre en cualquier parte del planeta, hoy, nos afecta mucho. Y aunque siempre ocurrió así, porque la globalización no es un asunto de ahora, en nuestro caso tenemos la fortuna y maldición de enterarnos y hacerlo además en tiempo real. Voy a conversar con personalidades de esa aldea global, voy a escribir sus reflexiones, y además cuento contigo para ayudarme a sostener esa tarea. Un abrazo y, como siempre, mil gracias.