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La Siervita – Por Juan Pedro Rivero

   

Una expresión cariñosa que achica el apelativo para mostrar afecto. A la Sierva de Dios -calificativo formal de quien tiene incoado su expediente de beatificación y canonización en la Santa Sede- nosotros la llamamos la Siervita. Así, en chiquitito, de manera apocada, pero aplicada a una gran mujer que realizó entre nosotros una gran labor de servicio a la comunidad desde el silencio y la oración.

El próximo domingo, 15 de febrero, en el Monasterio de las Catalinas, en La Laguna, volverá a exponerse, como cada año, el cuerpo incorrupto de Sor María de Jesús de León Delgado (1643-1731), para que devotos de las islas se encomienden a su intercesión, como han hecho tantos otros en años anteriores. Una mujer consagrada que vivió a caballo entre los siglos XVII y XVIII en nuestra misma tierra, en nuestra misma isla.

¿Quién sabe dónde está la plaza del Adelantado? Sí, la plaza que da al Ayuntamiento de La Laguna y a los Juzgados. La que está frente a la Ermita de San Miguel o el Mercado viejo de La Laguna… La que da a la Casa de Anchieta. Esa plaza, por todos conocida, también da al Monasterio de Santa Catalina de Siena, nombre de la casa de las monjas dominicas que hoy guardan la memoria y la sepultura de Sor María de Jesús, de la Siervita.

El servicio sin aplauso. La entrega callada. La oración silenciosa por cuantos estamos enroscados en la realidad acelerada de la vida. Mujeres sencillas, que han descubierto que Dios tiene un peso necesario para aliviar las vidas ajenas y, en respuesta serena, han entregado su vida a esa labor escondida con Cristo en Dios.

Ir a visitar el sepulcro de la Siervita y escribir una petición en un papel, sembrándolo como semilla esperanzada en el claustro de unas monjas, es visitar el corazón de un monasterio. Un monasterio que sirve, así, sin hacer ruido, lo agradezcamos o no, a todos nosotros.

@juanpedrorivero