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Sin Polanco ni Lara – Por Carmelo Rivero

   

Sin Polanco ni Lara, el paisaje de país es otro. La vieja noción de editor y empresario de la comunicación también se renueva en un escenario que es, por obra de la tecnología, más ancho. El futuro de este oficio (el de periodistas y escritores coaligados, pasándolas canutas), que por momentos parecía condenado a insufribles tormentos, se ha vuelto un acto de “ardor guerrero”, que decía Muñoz Molina, sin los titanes de ayer, con más redaños que billetera en los nuevos gestores y muchas dosis de imaginación colectiva. Las redes están surcadas por esa clase de embarcaciones manejables que se mantienen a flote entre pesados trasatlánticos, a salvo de naufragios. Jesús de Polanco empezó desde abajo vendiendo libros a domicilio y con ese élan vital, trabajaba sábados y domingos cuando no tenía imperio, sino manos y cabeza y América entre ceja y ceja.

José Manuel Lara impulsó la nave paterna y la convirtió en una embajada oceánica de España en el mundo editorial y en el de la comunicación, como por una onda expansiva. Planeta y El País, además de dos empresas importantes, son y han sido dos epónimos plantados en la periferia de Europa, casi dos gentilicios que han irradiado una cultura de país competente poniéndose al día en casa y extramuros. La generación de los setenta, la de la Transición, y de los ochenta, la del cambio, tenía una condición humana muy labrada por influencias de este jaez, de empresas que forjaban una personalidad de país mejor. Somos el fruto de un proceso editorial exultante en una sociedad que tenía hambre por saber. En mi familia hay precedentes modestos de libreros y pioneros rabadanes de la comunicación. Soy de la saga entrañable del perímetro de Suárez Guerra y calle del Castillo, donde la Librería La Prensa era vecina de La Tarde, dos polos de atracción cultural, literaria y periodística de Santa Cruz en el medio siglo pasado. Con el transcurso del tiempo, una vez extinguidos los diarios vespertinos, resulta confortable en un territorio limitado como el nuestro la resistencia numantina de la prensa en el último período crítico. Hijos de periódicos y libros que editaban empresarios erigidos en tótems y faros de la nueva sociedad, estamos a las puertas de acontecimientos, viéndolas venir en un continente que se pone a prueba. Son momentos históricos, de aggiornamento. Este año encadena elecciones y se prevén emociones fuertes; los medios de comunicación -casas de toda la vida, como ésta, y otras más recientes- asumen un papel que juzgo decisivo, como hace treinta y tantos años, cuando unas cabeceras bien lideradas contribuyeron a transformar y formar una idea de sociedad, dentro y fuera de nuestras fronteras, como ahora, convendría añadir, dentro y fuera de nuestras islas.