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Acoso en las filas – Por Juan Carlos García

   

Ahora que arrecia la batalla política, ahora que se ha abierto la veda para la caza del oponente y para la pesca del votante, ahora se han conocido, de otra forma, en el marco de las debilidades de la condición humana, alguna de las flaquezas de la condición militar. Superada esa fecha que la oficialidad dicta como Día Internacional de la Mujer, se visibiliza la intolerancia con la condición femenina en el seno del Ejército. Sí, en casos puntuales. Sí, condenables. El acoso sexual está a la orden del día en todos los ámbitos de la sociedad y en todas las culturas. En la nuestra, llevar a los tribunales a quien ejercita las acciones acosadoras comporta para la víctima diferencias sustanciales en cuanto al entorno donde se desarrollen. La vida civil o la vida militar. Es en la segunda, en territorio castrense, donde rige la férrea disciplina y la subordinación, donde la víctima encuentra mayores dificultades para dar a conocer la actuación repugnante de quien ejerce el acoso sexual. En estos días supura el caso del acoso sexual sufrido hace unos años por la capitán del Ejército Zaida Cantera (ahora comandante) por parte de su superior el teniente coronel Isidro José Lezcano-Mújica (ahora coronel). Denunciado y condenado este último, la víctima comenzó a padecer, como represalia, acoso laboral por parte de altos mandos, coroneles y generales. Cantera asegura que no recibió del ministro de Defensa, Pedro Morenés, la ayuda que de él demandaba. La manera de ejercer como titular de Defensa no fue, precisamente, la más aplaudida el otro día en el Congreso. Morenés afirmó que su departamento “mantiene una política de tolerancia cero” con este tipo de casos. No pongo en duda que las incidencias de acoso sexual en las Fuerzas Armadas sean “un 400% inferior que en la sociedad en general”, como indicó Morenés. Pero existen. El más mínimo porcentaje que usted quiera, señor ministro. Pero existe. Y cuando surge, como es el caso, se debe atajar de raíz y no obviarlo por muchas estrellas, bastones o sables que luzca la bocamanga acosadora. Urge desterrar lo que hasta ahora supone, en la vida militar, un coto de caza para la persona que acosa sexualmente a otra valiéndose de su rango superior, así como del silencio de los mandos conocedores del acoso en las filas.