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Apología de la tontería – Por Óscar Herrera

   

Esta semana que acabó se generó una polémica a raíz de los ecos y la onda expansiva que dejó el derbi. Del partido, hace ya más de una semana en Las Palmas, algunos quisieron desviar la atención del pobre juego y los nulos argumentos futbolísticos de la Unión Deportiva para atacar de nuevo al Tenerife y a sus integrantes.
La manera de cebarse con Suso fue despiadada, pero luego se puso la bala de la crítica más lamentable y rastrera hacia la pareja del capitán blanquiazul, quien colgó en una red social una imagen suya con un ataúd amarillo y con simbología del club grancanario. Pero por si no fuera suficiente atacar a un futbolista por lo que hace o deja de hacer un familiar suyo, en la noche del pasado miércoles, desde Gran Canaria se volvió a desatar la ira y avivar los rescoldos de un fuego ya apagado. Lo hicieron aquellos que quieren justificar sus incapacidades agitando al personal y creando, sin que sean conscientes, o al menos eso quiero pensar, una espiral de animadversión hacia todo lo que huela al eterno rival.

Una fotografía de varios jugadores del CD Tenerife con bufandas que rezaban anti UDLP fue suficiente para volver a la carga. ¡Qué rápido se olvidan de cuando Asdrúbal posó con otra igual pero en alusión al Tenerife! Pero claro, eso no fue noticia. Sí lo fue que entre los futbolistas que fueron a una cena con un grupo de hinchas del Tenerife estuviera un canarión, Aridane; uno de los tipos más nobles que he conocido en los últimos años y que fue la diana de las acusaciones desde un sector del radicalismo más rancio. Claro, el problema es que se apunta sin pensar, y luego cuando el descerebrado de turno se tropiece algún día con Aridane, o con Suso, y se le crucen los cables, nos lamentaremos.

Y esos falsos defensores de la canariedad serán los primeros en escurrir el bulto cual comadreja asustada. Y eso lo condenaré tanto desde una orilla como de la otra. Algunos que se creen magnos patrios de un escudo, no se paran a pensar que cuando le dan etiqueta de ofensa mayor a algo así, están alentando a las masas a consecuencias impredecibles. De una vez por todas, debemos medir el alcance de lo que decimos y escribimos en las redes sociales amparados en eso tan maltratado como la libertad de expresión. Por eso no me extraña que la Comisión Nacional Antiviolencia se plantee poner el ojo en lo que se escribe en las redes.

Y más cuando viene de personas con una cierta, por mínima que sea, influencia en los demás. Cuando se quiere alentar al odio, y cuando no se es lo suficientemente inteligente para darse cuenta por uno mismo, tiene que haber alguien que fiscalice palabras que se puedan volver incendiarias. No justifico las provocaciones, pero aquí lo que sobra es mucha tontería.