Pablo Picasso (1881-1973) no cumplió dos viejas aspiraciones que, por aplazadas, se volvieron sueños: la restauración de la democracia en España y el Museo del Prado, del que fue director durante la Guerra Civil, abierto a las vanguardias de entreguerras. Mediante un convenio suscrito entre la pinacoteca madrileña y el Kunstmuseum de Basilea, diez lienzos del malagueño, fechados entre 1906 y 1967, se exponen hasta finales del próximo verano. Bernhard Mendes Bürgi (1953), historiador del arte y director de la institución, que inició su andadura en 1662, impulsó y gestionó una generosa iniciativa que permite a los espectadores españoles conocer ciento ochenta obras modernas que, en su mayoría, colgarán de las paredes del Reina Sofía: Renoir, Monet, Van Gogh, Cézanne, Chagall, Modigliani, Picasso -que tendrá doble representación-, Soutine, Hodler y Jawlensky, entre otros.
La cesión temporal coincidirá con las obras de ampliación y remodelación de la institución suiza que abrió con fondos nacionales, alemanes y holandeses de los siglos XIV y XV, desde el gótico tardío hasta el manierismo. Gracias a la Fundación Birmann en 1859 se rompieron esos límites y ahora cuentan con una exquisita representación mundial. Visita obligada en Basilea, sus principales activos radican en las obras del suizo Hans Fries, ausente de las colecciones públicas de Europa; con once tablas del germano Konrad Witz -la mitad de su producción- y muestras de sus compatriotas Matías Grünewald, Hans Baldung, Niklaus Manuel, Cranach y el más amplio lote conocido de los Holbein, y flamencos, que constituyen una brillante antología del Renacimiento nórdico. En el catálogo del siglo XVII aparecen los neerlandeses Jacob van Ruysdael y el gran Rembrandt y, desde ahí, una impresionante lista de todas las escuelas y estilos hasta nuestros días, los de la última centuria elegidos con sabios criterios de “representatividad y calidad”. Además de publicitar un centro, con una posición notable en el ranking europeo, la acción concertada permite que las telas picassianas -como era su deseo- “dialoguen con los clásicos” y se sumen y contrasten las calidades plásticas, las capacidades de recreación e invención y las virtudes fácticas de comunicación que acompañan al arte a través del tiempo. Comentamos una gran noticia, la presencia del creador que marcó el futuro en un soberbio templo del pasado. Y créanme, merece la pena disfrutarlo.