Imagen del escenario del terrible suceso que ha conmocionado a toda la Isla. / SERGIO MÉNDEZ
Hace ahora una semana cuando un asalto a una vivienda en un paraje rústico del Valle de Güímar terminó conmocionando a toda España: el propietario de la misma, un empresario de éxito ya jubilado, mató de un tiro a uno de los asaltantes que torturaba a su mujer para obtener un mayor botín, siempre según la versión ofrecida por Jacinto Siverio, que lentamente se repone del shock mientras su esposa aún convalece de la fractura en un brazo y los golpes que le propinaron. Mientras el empresario se encuentra en libertad con cargos, dos de los supuestos asaltantes, uno de ellos menor de edad, ya han sido detenidos por estos hechos junto con la esposa del adulto y madre del menor.
Lamentablemente, el suceso fue excepcional dado el resultado, pero no casual dadas sus características. Como en cualquier otro ámbito de la vida, la actividad criminal también ha sufrido cambios a raíz de las crisis y lo acaecido en Güímar conjuga dos de los delitos que más han crecido para alarma de la ciudadanía: los asaltos a viviendas y en explotaciones agrarias.
Respecto a los primeros, fueron los datos de criminalidad que ofreció el Ministerio del Interior sobre el primer trimestre de 2012 los que propinaron un aldabonazo en la opinión pública canaria, al recabar un aumento superior al 40% en los atracos en las casas de las Islas, casi el doble del aumento registrado en el resto del país, levemente por encima del 20%. Si bien aquellos datos debían ser matizados puesto que era la primera vez en que Interior contabilizaba los apartamentos turísticos como residencias en estas estadísticas, basta con estar al pie de la calle para comprobar que los amigos de lo ajeno han perdido el respeto a los moradores, al punto que ya no importa (e incluso prefieren) que la vivienda esté habitada en el momento del atraco. Con mayores o menores oscilaciones (leve caída en 2013, nuevo crecimiento (8,2%) en 2014), los robos en las casas han motivado una reacción ciudadana que bien conocen las empresas de cerrajería o de instalación de alarmas.
De la importancia de esta actividad criminal da buena cuenta un dato: cada día se roba en más de una decena de hogares del Archipiélago.
Por supuesto, las fuerzas de seguridad del estado han reaccionado ante este fenómeno y las detenciones se han sucedido durante estos años, pero el combate contra la delincuencia nunca tiene fin, así que lo mejor es atender a los consejos sobre autoprotección, algunos tan sencillos como no acumular el correo en el buzón, pasar siempre la llave, no dejar ventanas abiertas o no facilitar información de más a extraños sobre las costumbres de los habitantes de la vivienda.
Roca como respuesta
Pero no sólo las viviendas, el cable de cobre o los hurtos en las grandes superficies se han multiplicado con la crisis. Otro fenómeno criminal ha cobrado gran auge en España en los últimos tiempos, y Canarias no es ajena: los asaltos a las explotaciones agrarias.
Ya sea combinado con el robo en una vivienda o no, la soledad de lo rústico resulta un reclamo para los delincuentes, que hallan en el mismo una presunta garantía de impunidad.
También fue en 2012 cuando Interior desveló lo que ya era un clamor entre las asociaciones agrarias, pero entonces supimos que, tras Extremadura y Castilla-La Mancha, el Archipiélago era porcentualmente donde más se llevaban a cabo.
En este caso, la creación de los equipos Roca de la Guardia Civil ha supuesto una contundente respuesta a este fenómeno criminal, que ya en 2014 ofreció un descenso importante en su incidencia que se computó en prácticamente todo el país.
A la espera de que se levante el secreto de sumario, todo apunta a que el caso de Güímar es pura delincuencia a la que nadie, desgraciadamente, está libre de ser víctima.