Lo viejo ya no sirve; ni siquiera lo maduro. La imagen de los polÃticos está tan deteriorada que hace tiempo que la experiencia dejó de ser un grado y se convirtió en una carga. Pasaron tanto tiempo en sus puestos que confundieron la vida pública con una finca privada: se empezaron a comportar como caciques, convirtieron las elecciones en un reparto de puestos a golpe de lealtad y aceptaron prebendas a cambio de acelerar un expediente o cambiar el uso de un suelo. Ocurrió aquà y en todo el paÃs. Para la mayorÃa, la milonga de que todos no son iguales ya no cala. La sociedad pide a gritos lÃderes que estén libres del pecado original.
Las últimas encuestas de intención de voto dejan claro quiénes son los nuevos en la escena actual. Ciudadanos y Podemos, según los sondeos de Metroscopia, tienen tantas posibilidades de ganar las elecciones generales como populares y socialistas. El auge meteórico de ambas formaciones ha dibujado un tablero polÃtico desconocido en España. El pronóstico unánime es que Izquierda Unida y UPyD serán los grandes perdedores en esta transformación del Parlamento español. Es curioso, porque las opciones de que IU y Podemos unieran fuerzas son comparables a las de que el partido de Rosa DÃez fuera en una lista conjunta con Albert Rivera. La cercanÃa ideológica entre ambas parejas es evidente hasta para sus cabecillas: Alberto Garzón está acostumbrado a que le pregunten si piensa mudarse de partido y alinearse con Pablo Iglesias y sus correligionarios; y la exsocialista publicó hace unos dÃas un artÃculo en El PaÃs donde explicaba, punto por punto, las diferencias entre su organización y la catalana.
Lo que a simple vista es más novedoso, por tanto, ha ganado. Y para ello no ha hecho falta ni una lectura de los programas electorales ni un exhaustivo análisis de los compromisos, solo la promesa de no ser otro adán del montón que acabará mordiendo la manzana prohibida. La polÃtica española, y la canaria, necesitan ventilarse y que acceda al sistema personal cualificado y con firmes convicciones. No deberÃamos entregarnos en cuerpo y alma a dioses redentores, al menos no sin estar seguros de que las leyes y las medidas que proponen son innovadoras. Para cambiar la esencia de lo que está mal necesitamos gente dispuesta a hacerlo. Porque si no, nada cambiará, y, como escribió Antonio Machado, los novedosos apedrearán a los originales.