X
el dardo >

Llega el gas – Por Leopoldo Fernández

   

Ahora, sí. Ahora parece que va en serio la introducción del gas natural en Canarias, un carburante imprescindible durante muchos años, bastante menos contaminante que otros derivados petrolíferos e indispensable -digo indispensable, y digo bien- para poder cumplir el Protocolo de Kioto y para lograr el mejor aprovechamiento de nuestras centrales de ciclo combinado. Los ecologistas de salón y pandereta tratarán de seguir desacreditando el uso de los combustibles fósiles, pero en tanto se pongan en marcha los tan cacareados y retrasadísimos proyectos de energías renovables, con el viento y el sol como protagonistas principales, el petróleo será la principal fuente energética de Canarias. Y por muchos años. No menos de 50, según los especialistas. Los que se oponen al desarrollo de las Islas con argumentos demagógicos carentes de rigor y seriedad pueden volver a la carga. Pero mejor que antes dejen de viajar. Y de moverse en cualquier vehículo moderno. Y de ver televisión. Y de manejar aparatos electrónicos e informáticos. Y de confiar en el turismo o en cualquier industria y comercio. Y en los hospitales. Y… Es decir, que regresen directamente a la cueva porque sin energía -en este caso sin petróleo-, ni hay vida ni progreso posible. Es así de simple. Por eso me alegro de que Enagas, que adquirió hace poco la firma local Gascan, anuncie las próximas obras de la regasificadora de Granadilla -la grancanaria de Arinaga sigue pendiente- para el segundo semestre de 2015, que estará lista en tres años y medio, previa inversión de 300 millones de euros. Luego vendrán los oleoductos y la llegada del gas a polígonos industriales, empresas, hoteles, hospitales y domicilios del área metropolitana capitalina. Como en las grandes ciudades del mundo occidental. El incumplido Plan Energético de Canarias prevé, con el visto bueno del Parlamento regional y el apoyo de los gobiernos central y autonómico, la introducción del gas natural en Tenerife y Gran Canaria, a través de sendas plantas de almacenamiento y regasificación, para mejorar el modelo energético y evitar en lo posible su vulnerabilidad estratégica. Y para ahorrar el envío anual a la atmósfera de 2,5 millones de toneladas del muy contaminante anhídrido carbónico, principal causante del cambio climático.