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La mediación, según Bécquer – Por Andrés de la Vega Alcañiz

   

Una rima, una de las poesías de Gustavo Adolfo Bécquer, gran poeta romántico, de una de sus muchas poesías, llamadas Rimas (primero y más importante poeta romántico, sevillano), en Madrid 1870: Amor, desamor y soledades. Nadie podría escribir una poesía más adecuada para justificar la oportunidad, necesidad e importancia de una mediación, que se entiende perfectamente reflejada en esta rima de Bécquer. Toda la vida ha sido necesario actuar, intervenir entre personas para que estas superen sus discrepancias, las diferencias, los problemas, la falta de entendimiento, a pesar de que ellas desean evitar estas situaciones, pero sus posiciones, sus argumentos externos a veces difieren de sus propias convicciones. Son numerosas las cuestiones que les separan y dificultan soluciones. La mediación, dije ya, es medio de solución de discrepancias, y es el camino para lograrla, es un proceso de sesiones en días establecidos hasta llegar a un acuerdo o desistir de ello.

Siempre se ha mediado. En ocasiones se han complicado las circunstancias, o se han dado pasos inadecuados. Todo tiene semejanzas; se dan en los muy diversos modos de expresarse, de comportarse. Sin quererlo se producen a veces múltiples anécdotas que nos permitirían acercarnos a las distintas formas de pensar sobre cuestiones diferentes. Me viene a la memoria lo común de estos pensamientos.

Recuerdo a un poeta. El poeta como el filósofo, el político, economista, pensador y estudioso, en general, nos dejan pensamientos eternos. Me quiero referir al poeta Bécquer, poeta del amor. No creamos que la poesía, la lógica, la economía, la filosofía, la práctica, la realidad, son distintas. Tienen tantos elementos y mensajes y conclusiones comunes, igual o semejante espíritu que nos enseñan a pensar y a sentir los aspectos importantes de la vida. Por ello traslado una de sus poesías, invito a su lectura a todos; no sólo a los que la amen sino incluso a quienes sean indiferentes u opuestos, pues es magnífica, y tiene gran enseñanza. Dijo Becquer: “Asomaba a sus ojos una lágrima/ y a mi labio una frase de perdón/ habló el orgullo y se enjugó su llanto/ y la frase en mis labios expiró/ Yo voy por un camino;/ ella por otro;/ pero al pensar en nuestro mutuo amor yo digo aún:/ ¿Por qué callé aquel día?/ Y ella dirá:/¿Por qué no lloré yo?”.

Con un mediador quizá esta poesía tendría una segunda parte distinta o nacería otra cuando a Bécquer se le ocurriera. Yo, pobre de mí, no trataría de imitarlo y menos sustituirlo, pero haría un añadido, que no lo llamo poesía, lo mío es escribir en “armonía”. Por ejemplo: “¡Qué oportuno el mediador!/ que se encontraba presente/ pues su lágrima captó/ y no sé cómo observó/ o pudo ver en mi mente/ que sentíamos gran amor”.

O quizá esta otra: “Más un mediador/ presente/ supo captar/ esa lágrima/ y observar/ que mi mente/ reflejaba nuestro amor/ y fuimos en pos de él./ Gracias, muchas gracias, mediador”.

En mi segunda “armonía” se lee fuimos en pos de él. Lógico considerar que “seguimos al mediador”. Es decir, al amor. Pero es oportuno tener en cuenta que, en la mediación, las partes con problemas, o en discrepancias o conflictos, buscan un mediador para ayudarles a lograr acuerdo. Es decir, “van en pos” del mediador, pues han de correr un camino que llamo yo, o un proceso o procedimiento con varias sesiones (6, 8,14, etc.). No se trata de una sola reunión, salvo situaciones especiales. Su número se obtiene por acuerdo entre partes y mediador.

*Abogado. Experto en Mediación
vegaalcaniz@gmail.com