Soy un afortunado asalariado enamorado de esta dura, jodida y apasionante profesión del periodismo. Dura, porque te esclaviza a poco que seas responsable. Jodida, porque es de las que más ha sufrido los recortes y otros variados efectos catastróficos de la crisis económica. Y apasionante, porque cada dÃa es una aventura nueva de búsqueda, curiosidad y creatividad humanas. A pesar del frenético desarrollo y transformación de los medios de comunicación en estos años por el impacto revolucionario de las autopistas de la información, Internet, redes sociales y demás parafernalia tecnológica, el trabajo de los periodistas continúa siendo en esencia lo mismo: contar a la gente las cosas que le pasan a la gente. Y para esa labor noble y fundamental en las sociedades libres y democráticas se requiere de un trabajo en equipo, que hace a esta actividad aún más especial. Hay que sumar y coordinar muchos esfuerzos individuales para elaborar un producto de calidad y de interés que brindar a un público cada vez más formado, informado y exigente. El de la prensa, como muchos otros, es un trabajo coral en el que la combinación del talento de unos, con el oficio y la sagacidad de otros y el rigor y el entusiasmo de todos, se consigue el pequeño milagro diario del alumbramiento de un diario. En esa tarea todos son esenciales, desde el director hasta el teclista que pica las esquelas, desde los redactores hasta los correctores, pasando por los comerciales, los maquetistas o los fotógrafos. Es suficiente que falte una de las piezas para que se pare la cadena de montaje, y más en los tiempos actuales en que las plantillas se han reducido hasta lÃmites escuálidos, por la crisis y porque las innovaciones tecnológicas han transformado y simplificado considerablemente el proceso. Pero sigue siendo un trabajo en equipo, afortunadamente. Por que, en mi opinión, el que se hace en equipo, codo a codo, siempre será más valioso, más reconfortante, más solidario, más perdurable, más generoso. Solo los artistas son capaces de encontrar la sublimidad en solitario. Por eso muchos de ellos no necesitan alimentarse de la vida social y buscan dimensiones paralelas. Son una excepción. La gran suerte es, como en mi caso, formar parte de un equipo, este del DIARIO, que es un grupo humano excepcional, grandes compañeros que, además de excelentes profesionales, son magnÃficos amigos, con los que la complicidad de innumerables vicisitudes compartidas durante años de faena y fatigas nos han transformado, casi sin darnos cuenta, en mucho más que un equipo. Ya somos una auténtica familia, que sobrevive unida en este mundo frenético que se empeña en cambiarlo todo constantemente y, tan rápido, que muchas veces olvidamos que lo verdaderamente importante son las personas. Esos individuos frágiles e inquietos que, cuando se unen de verdad, codo con codo, conforman equipos invencibles, capaces de hacer realidad cualquier sueño imaginable, como construir las Pirámides de Egipto, conquistar América, ganar la Copa del Mundo, volar a la Luna o hacer un periódico digno cada dÃa.