1. Entre Fernando Clavijo y Ana Oramas han mandado a Richi a Laponia, con Rodolfo el reno. Resulta que Melchior aspiraba a un puesto de salida en el Parlamento de Canarias para después renunciar e irse de senador autonómico a Madrid. Ya saben lo de Madrid: sueldito, dietas, taxis gratis, viajes en avión a cualquier punto de España, hoteles con tarifa pactada, recibir amigos y amigas allí. Un circo de libertad, con dinero en el bolsillo. Dinerito del nuestro. Bueno, pues el bueno de Richi podrá viajar a Laponia, con Rodolfo el reno, pero senador no va a poder ser, porque tampoco va a ser diputado autonómico: se ha quedado fuera de la lista de CC. Con él, la renovación no era posible. Me han dicho que también Manolo Hermoso intentó meter cuchara en el potaje de la parlamentaria lista y no lo dejaron. La renovación es la renovación.
2. Eso de los premios Canarias está muy bien, muy bonito y muy prestigioso, pero ¿por qué no les cambian el nombre y les ponen Premios Millares Sall? Siempre hay un Millares Sall entre los galardonados. Y o esta familia está tocada por la vara del éxito, que puede ser, o, coño, cambien ya de distinguidos, que parecen siempre el mismo. No es que yo tenga nada contra el acervo histórico, el timple, la pintura, la antropología y la leche de machanga, sino que me parece que, a fuerza de dárselo a la misma familia, lo han convertido en el premio más predecible del mundo mundial. Y eso.
3. Brice Robin, fiscal de Marsella, pasará a la historia como un ejemplo de cómo debe actuar un cargo judicial. Mientras aquí en España los fiscales actúan en ocasiones como si no fueran razonables defensores de la legalidad, sino inquisidores implacables, Robin da dado un ejemplo de humanidad con los familiares de las víctimas del accidente de Germanwings, de serenidad y de rapidez en la investigación. Aquí todavía estaríamos filtrando datos y vulnerando el secreto del sumario. Tomen ejemplo.