X
ligeros de equipaje>

Obsesionarse con el otro – Por Wladimiro Pareja Ríos*

   

En esta época, inicios del siglo XXI, parece que ha aumentado la libertad entre sexos, pero solo aparentemente. Veamos el caso de Marta -seudónimo-, una mujer con una edad entorno a los treinta años y que acude a psicoterapia buscando resolver, según dice: “Mi obsesión por mi pareja. Una se vuelve posesiva, necesita sentirse dueña del otro, por eso lo controlo y sé que lo manipulo. Si él intenta hacer actividades sin mí, simplemente siento que ya no me quiere, que ha dejado de amarme. Así que por el miedo a perderlo, sigo manteniéndolo agarrado y sujeto. Sé que lo trato como una posesión, como un objeto más de mi propiedad”.

Hoy sabemos que esta conducta se da tanto en hombres como en mujeres y que su porcentaje en la población está en torno al 10%. En efecto, cuando la padecemos, nos quedamos atrapados en una jaula en la que metemos también a nuestra/o compañera/o, en palabras de un paciente: “La quiero, sí; pero la quiero ¡míaa!”. Lo único que muestra esta obsesión es una necesidad de control que nos proporciona más seguridad en nuestra vida pero, al hacer de la otra persona nuestra máxima prioridad, entramos de lleno en la dependencia y salimos del amor. Se hace necesario por ello aprender a colocar al otro en una posición que no nos genere obsesión en ninguno de los dos niveles que se establecen: en un extremo estaría la obsesión del “hago todo lo que él quiere para poder retenerlo” (me ato a él, así lo controlo), y en el extremo opuesto estaría: “Le digo todo lo que hay que hacer para tenerla controlada y limitada” (la ato a mí). Ambos implican control del otro y olvido de sí. Deberíamos, pues, investigar con un profesional qué es lo que nos hace estar tan atados al otro -en cualquiera de los extremos del arco- y nos impide cuidar realmente de nosotros mismos, ya que si nos volcamos tanto fuera es, posiblemente, porque huimos de nuestra propia realidad.

Aquí surge, en sus grados más extremos y enfermos, la violencia de género, por ello estudiaremos en un próximo artículo la importancia de cortar de raíz sus manifestaciones. Apuntemos, además, que lo que más temen las personas con esta problemática no es que la relación se deteriore, sino su ruptura, aunque sea una relación caótica y destructiva. Por ello, cuando están libres (sin pareja), pueden continuar la obsesión hacia su anterior pareja en forma de acoso a través de mensajes, llamadas, emails. Para todos los afectados, les diremos que hacer como si no pasara nada es una manera más de negar el problema y esto significa, lamentablemente, perpetuarlo.

*Psicólogo
wladimiropareja@gmail.com