X
el dardo >

Saber retirarse – Por Leopoldo Fernández

   

Retirarse a tiempo: no al general De Gaulle es el título de un memorable artículo de Rafael Calvo Serer publicado en el desaparecido diario Madrid el 30 de mayo de 1968. El que fuera primer catedrático de Historia de la Filosofía española y Filosofía de la Historia y presidente del consejo de administración de dicho periódico, sugería que el jefe del Estado francés debía retirarse de la vida pública, entre otras razones, porque había cumplido un ciclo histórico de servicio al país -que en parte ya le había vuelto la espalda-, y por sus excesos personalistas y autocráticos. Todo el mundo interpretó que donde decía De Gaulle en realidad quería decir Franco, de ahí que a nadie extrañara -así procedía el régimen contra la prensa crítica- la apertura de un expediente administrativo y el  cierre temporal del periódico. Salvadas circunstancias personales y de tiempo, dos veteranos políticos canarios deberían retirarse e irse también a sus casas. Me refiero a José Miguel Bravo de Laguna y Casimiro Curbelo. Ambos están ya fuera de tiempo. Durante más de treinta años, han prestado buenos servicios al país, a la comunidad autónoma y a sus respectivas islas, en los diferentes puestos que han desempeñado, por cierto siempre dentro del mismo partido: Bravo de Laguna el PP -con un paréntesis inicial en UCD y luego en el Partido Liberal, que se integró en el propio PP- y Curbelo el PSOE. Me parece una traición a su propia trayectoria y una deslealtad hacia las formaciones políticas que les auparon al poder el que uno organice un partido nuevo y otro se haya ofrecido a distintos grupos, para acabar encabezando tres movimientos vecinales, a fin de acudir a las elecciones de mayo, una vez que han sido descabalgados en su pretensión de encabezar las candidaturas a la presidencia de los cabildos que aún presiden. En un exceso de vanidad y autoestima, ambos se presentan a sí mismos como salvadores de sus islas cuando en realidad actúan como tránsfugas y caciques que, a la hora de iniciar una nueva aventura política -por cierto, sin seguimiento entre los compañeros de grupo político- olvidan ética y dignidad y ni dimiten ni entregan el acta de consejeros que obtuvieron con los partidos a los que ahora traicionan. Derecho a la participación política, sí. Pero así, no.