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La sensatez del pueblo – Por Juan Julio Fernández

   

Con las anticipadas elecciones andaluzas se cerró la veda y se abrió la temporada de caza: de votos para los políticos y de corruptos para los jueces y aunque la corrupción no ha pasado factura al Partido Socialista, por su implicación en casos que puede que sobrepasen a los muchos que salpican a otros partidos, seguirá siendo pieza codiciada. Análisis y comentarios sobre los resultados no faltan y los hay para todos los gustos aunque, en mi opinión, parece manifiesto que los grandes perdedores en estos comicios han sido PP y UPyD y los ganadores Podemos y Ciudadanos. IU ha recibido un serio varapalo pero que le permite sobrevivir. UPyD ha pagado el exceso de confianza de su lideresa, que no ha sabido entender el cambio en la manera de hacer política que reclaman los ciudadanos y se ha aferrado a un personalismo que se ha quedado obsoleto y el PA se ha esfumado sin dejar estela.

El desplome del PP ha sido evidente y los analistas lo atribuyen en parte al retraso de Rajoy en nominar al candidato, con poco tiempo para darse a conocer y que, no obstante, en su campaña ha ido de menos a más, y en parte también a a su tancredismo, refugiado en una cúpula con incondicionales y fiando su estrategia a la recuperación económica que, siendo real, ni ha llegado al pueblo ni la han sabido explicar para justificar unos recortes imprescindibles para salir de la crisis, pero aplicados a sectores como la vivienda, la sanidad y la justicia antes que a acabar con los dispendios de las administraciones, los privilegios de la clase política y las obras injustificadas, relegando a la educación, a la ciencia y a la investigación, imprescindibles para que una sociedad avance y estabilice su bienestar.

Tampoco parece justificada la euforia socialista de considerar un triunfo incuestionable perder unos ciento veinte mil votos y mantener la misma representación parlamentaria, olvidando que Susana Díaz justificaba el adelanto de las elecciones para acabar con la inestabilidad que le suponía la ruptura del pacto de legislatura con IU y encontrarse ahora con una cámara en la que le va a resultar más difícil cimentar la estabilidad que buscaba, máxime cuando están a la vista las elecciones municipales y otras autonómicas y, con algo más de plazo, las generales.

Algo parecido puede decirse de Podemos, que a pesar de los 15 escaños conseguidos no alcanzó la veintena que se prometían, lo que hace pensar que, con su radicalismo y su implicación ideológica con Tsipras y de otro tipo con Chaves y Maduro, irá perdiendo fuelle en otras convocatorias. En la caída de sus expectativas en Andalucía si pueden atribuirse un gran mérito el PSOE andaluz y su candidata con el adelanto de las elecciones. Con todo, el claro triunfador ha sido Albert Rivera liderando a Ciudadanos, con un candidato creíble y una propuesta de cambio sensato que caló en los andaluces que lo prefirieron a socialistas, populares y podemistas y le permitió contar, en un plazo mínimo, con una representación parlamentaria decisiva, con los 9 escaños logrados y una extrapolación creíble a los comicios locales y comunitarios, afianzando sus posibilidades para las elecciones generales. Tampoco parece fundamentada la suposición de que con estos resultados se anticipa el final del bipartidismo, pues la circunstancia andaluza no es la misma que en el resto de España. Sí, parece fundamentada la consideración de que volvemos a una situación equiparable a la de los años de la Transición en la que el bipartidismo encarnado por UCD y PSOE, y matizado por la presencia de otros partidos, permitió a Suárez gobernar en minoría en dos legislaturas, aunque apoyándose en los nacionalistas vascos y catalanes y en los andalucistas, aunque a costo de no pocas concesiones. Esta exacción sí puede terminar con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, que pueden actuar con una visión más nacional que nacionalista y menos onerosa. Y puede que se acabe imponiendo el cambio sensato que propugna Albert Rivera, antes que el revolucionario que preconiza Pablo Iglesias, al parecer con más gancho que para un pueblo que, en Andalucía, una vez más ha hecho gala de sensatez.