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Sobre la felicidad – Por Juan Luis Calero

   

El viernes pasado se celebraba el Día Internacional de la Felicidad, y con esto no vayan a pensar que estoy obsesionado con los días internacionales; sino que esto de la felicidad cuando se nos pone delante puede sonarnos a música celestial, a la chispa de la vida, a sensiblería, a un decaído canto que apenas merece ser mencionado en estos tiempos nuestros. ¿Es más feliz quien más tiene? ¿La felicidad significa colmar solo los deseos materiales? ¿Por qué se enfadan tanto los humoristas? ¿Son más felices los más jóvenes? ¿Ser feliz es ser guapo y estar obsesionado con el cuerpo? ¿Se puede ser feliz en la enfermedad? ¿Comer bien da la felicidad constante? ¿Son más felices los niños? ¿Son felices los animales? Esta felicidad de la que hablo no es la felicidad de Palito Ortega, como ustedes comprenderán. Tampoco hace referencia a un minucioso estudio etimológico de la palabra felicidad, al demonio socrático o su vinculación con el verbo succionar, según apuntó Francisco Santana Santos, componente de Piedra Pómez, en las últimas jornadas sobre Humanismo y Felicidad celebradas el pasado octubre en Garachico. La felicidad, como podemos ver, es un concepto que a lo largo del tiempo ha presentado diferentes caras, ha sido el objetivo de sabios y de gentes sencillas, de hombres y mujeres y, si hacemos caso a Eduardo Punset, también es el estímulo principal de los seres unicelulares que buscan el contento. Sé que la felicidad puede ser interpretada desde una postura sensiblera, como un objetivo sensual y pasajero para quienes tienen una visión materialista de la existencia. Puede oírse también que la felicidad no es posible en esta vida porque se confunde la felicidad con la ausencia de sufrimiento, de contrariedades, como si fuera un estado de flotamiento total alejado de la realidad. La felicidad no debe mirarse con sensiblería, como dije más arriba, sino desde una perspectiva intelectual rigurosa, académica, sin dejar de lado la lectura espiritual y otros modos interpretativos. En esta dirección, la felicidad es un tema cuya lectura se extiende a campos diferentes y ha sido vista desde perspectivas diversas aunque, al mismo tiempo, convergentes en los fines que se persiguen. Es un concepto, un modo de tomarse las cosas o lo que quieran, que ha viajado junto al pensamiento desde la antigüedad más remota. Tanto en Occidente como en Oriente la felicidad ha suscitado una constante búsqueda entre pensadores, escuelas filosóficas, creencias religiosas y sabidurías que buscan, casi nada, dar sentido a la vida. Hoy más que nunca pensar la felicidad se nos presenta como una necesidad, y esta reflexión debe ser estimulada desde diferentes ámbitos, debido a la desorientación en la que se halla inmerso nuestro mundo. La felicidad ha tomado gran relevancia para el hombre de hoy ante una crisis que no se queda en lo económico, sino que es palpable en el plano individual y en los entornos más cercanos como la familia, la vida laboral o comunitaria. El que está en paro anhela vivamente conseguir un empleo que sustente su dignidad y la de los suyos; el que ha tenido un puesto de trabajo desde siempre -como no le ha visto las orejas al lobo- pasa olímpicamente y puede que realice la tarea con dejadez y hasta con la certeza de que jamás perderá el empleo. El pensamiento romano es rico en filosofía práctica, no en vano somos estoicos a través del cristianismo. El estoicismo, por ejemplo, es una herramienta de primer orden para ser feliz. A través del pensamiento de Musonio Rufo o de Epicteto, autores de esta corriente de pensamiento, podemos captar que la elegante sobriedad, de la que también habla Tanizaki en su Elogio de la sombra, es una vía hacia la felicidad, para depender de uno mismo sin olvidar a los demás y llevar una vida serena, sin exponernos a que nos cambien el ánimo según salimos de casa; o hacerle caso a Lucrecio (siglo I a. C.) que, en su De rerum natura, aconseja el alejamiento de los cargos públicos por ser una constante fuente de infelicidad, como bien podemos leer cada día por un módico precio en este mismo periódico.