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¿Ciudadanos podrá? – Por Juan Hernández Bravo de Laguna

Parece inevitable que las próximas convocatorias electorales que nos esperan, y que culminarán dentro de unos meses en las elecciones generales, consagren el presente como el año en el que se originó un cambio de ciclo político y una solución de continuidad en la dinámica política y partidista de este país. La fragmentación del voto, que ya se ha producido en Andalucía, conducirá a la quiebra del bipartidismo y a un nuevo escenario social y político, en donde se hará posible un Gobierno nacional de coalición a la alemana o, más probablemente, sustentado en apoyos externos y acuerdos de legislatura. En una política tan personalista como la española, el relevo generacional y el cambio de líderes políticos que se avecinan -y que ya se están produciendo- revestirán una importancia decisiva y serán un factor más de transformación del sistema. Un relevo generacional y un cambio de líderes que tendrá que afrontar el Partido Popular si el desastre electoral que le vaticinan las encuestas se hace finalmente realidad. Todo este cambio se concreta en dos formaciones y sus respectivos líderes, Ciudadanos y Podemos, la primera en constante ascenso en intención de voto y en valoración de su líder, y la segunda no tanto, porque su explosión inicial se ha frenado e, incluso, disminuido en determinados grupos sociales, temerosos al descubrir su verdadera naturaleza y principios.

Se está imponiendo una opinión mediática y pública que atribuye a Ciudadanos una condición de alternativa de centro derecha, y posiblemente no sea una opinión muy desencaminada. Sin embargo, resulta paradójico constatar que su nacimiento como formación política -exclusivamente catalana- se encuentra en un manifiesto de 2005 de intelectuales de la izquierda catalana no nacionalista que propugnaron un partido de sus características, y que Albert Rivera, su líder, fue simpatizante de Nuevas Generaciones y está afiliado a UGT. Al poco tiempo de su creación, el partido sufrió una intensa crisis interna que le hizo perder un sector de su militancia a favor de UPyD, justamente lo contrario de lo que ahora mismo está sucediendo.

El presidente de Ciudadanos realizó hace años un curso de verano de comunicación política en la Universidad George Washington. Y no sabemos si ese curso, su propia concepción de la política o su inexperiencia están en el origen de su novedosa campaña electoral para las próximas elecciones autonómicas y locales. En estos días se suceden sus declaraciones comprometidas, que algunas veces bordean lo políticamente correcto, tienen un contenido susceptible de producir rechazo en ciertos sectores sociales o, simplemente, pueden empañar su imagen pública. Aunque es de suponer que si hace esas declaraciones es porque asume que le favorecen. Un ejemplo del último caso son sus recientes manifestaciones en las que afirmó: “No me veo como presidente del Gobierno. Otra cosa es que no acepte el reto. Cuesta mucho pensar que el presidente sea una persona de 35 años con un proyecto que hace ocho años no existía”, para añadir que en junio, después de las próximas elecciones, tomará la decisión de si opta a La Moncloa o a la presidencia de la Generalitat. La incógnita reside en saber si esta modestia, falta de ambición e inseguridad van a ser valoradas por los electores positiva o negativamente, en cuanto una muestra de sinceridad y realismo o de carácter pusilánime. Si empieza diciendo que no se ve presidente de Gobierno, ¿cómo quiere que le vean sus electores y le voten para serlo? Su pensamiento político puede ser seguido también en su segundo libro, El cambio sensato, publicado hace poco y en el que responde a cien preguntas sobre diversos temas.

Las declaraciones que bordean lo políticamente correcto o tienen un contenido susceptible de originar rechazo en ciertos sectores sociales se refieren principalmente a su programa económico, que se presentó el pasado 17 de febrero. Su autor es el catedrático de la London School of Economics Luis Garicano, el controvertido asesor económico del partido. La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en una rueda de prensa posterior a un Consejo de Ministros, recordó que “pidió el rescate para España” y afirmó que el Gobierno ha demostrado “que se puede hacer una política económica sin pedir el rescate y sin someter a los ciudadanos a los requisitos y rigores que supone”.

El programa económico contiene medidas menos polémicas, tales como la propuesta de un nuevo marco de relaciones laborales que elimine la temporalidad a través de un contrato único, un complemento salarial para las rentas más bajas o una ley de segunda oportunidad para deudores de buena fe, entre otras. No obstante, algunas recientes declaraciones de contenido económico de Albert Rivera implican un cambio radical de la economía española y no se les puede negar el calificativo de valientes, porque son viables pero pueden ser fácilmente manipuladas y utilizadas en su contra. Hay que ser un político muy diferente para ser capaz de decir antes de unas elecciones que la inversión en más kilómetros de AVE no es la prioridad para un país con tanto déficit en I+D+i o que hay que regular la prostitución para hacer aflorar fiscalmente la ingente cantidad de dinero negro que genera. ¿Podrá Ciudadanos aplicar estas propuestas en algún ámbito de gobierno o quedarán en el anecdotario electoral español?