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Evaristo Rodríguez Ferreiro – Por Antonio González-Casanova*

Había estado de clérigo y volvió al colegio de los Salesianos de La Orotava cuando nuestro país y nuestra sociedad empezaban a transformarse después de los férreos años de la dictadura. Con la inteligencia y discreción innata heredada de su origen gallego, supo que el Colegio, la educación y la sociedad también necesitaban y se adentraban en un proceso de cambios profundos e irreversibles. Con esa misma discreción e inteligencia -nunca quiso ser director, cargo que siempre reservó para otros- guió y pilotó el cambio en el Colegio para abrirlo al futuro, la transformación de aquello que incluso era conocido por ser excesivamente disciplinado, severo y rígido, logrando el moderno centro educativo de nuestros días. Formé parte de la primera promoción mixta en el bachillerato (niñas en un colegio de curas…), algo que ahora es consustancial, pero que no fue fácil. Evaristo fue el entusiasta promotor y conductor de dicho proyecto. En aquella época se atrevió y fue el primero en impartir clases de política, en plena transición, también de educación para una sexualidad responsable aprovechando los medios audiovisuales que empezaban a conocerse -diapositivas y casettes-, todo ello con la misma naturalidad con la que pasamos de llamarlo don Evaristo a Evaristo sin el don, que era como realmente le gustaba. En fin, un avanzado en aquellos tiempos. Fuimos pioneros de los primeros viajes de fin de curso, en los que hizo de guía, contable, tutor y fotógrafo, todo ello en el marco de una fe y religión acorde con los nuevos tiempos, siempre guiado por la figura y enseñanzas de San Juan Bosco. Fue consciente de que el colegio tenía además una gran misión social a desarrollar en La Orotava, atrayendo y convirtiéndolo en un lugar donde todos nos sentimos en nuestra casa, lugar de enseñanza, lugar de religión, pero también de ocio, amistad, deporte, etc., siempre rodeándose y apoyándose en un claustro de profesores que él sabía dirigir sin que nadie se sintiese ordenado o dirigido. Tuvo la fortuna de recibir en vida el cariño que muchos le profesamos, y espero que nuestro Ayuntamiento sepa estar a la altura y darle el reconocimiento que públicamente se merece, para perpetuar la memoria de un sacerdote, un villero de adopción, que supo entender el momento y los retos que afrontó, y que con sus compañeros de congregación, con los profesores, alumnos y padres, lograron hacer del Colegio la institución abierta y moderna que hoy es un orgullo, impronta de carácter, y que cada cual guarda con su particular sentimiento y recuerdo en su memoria. Gracias, Evaristo, tienes tu lugar reservado en la memoria y en los corazones de muchos.
*Antiguo alumno salesiano