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Injusticias legales en violencia de género – Por Carlos Ramos Aspiroz

Se titula así este artículo con la severidad y el análisis sobre unos hechos que están sucediendo en nuestra sociedad, y que pasan desapercibidos a los responsables de la justicia, y a la mayoría de los ciudadanos. Por no intervenir no lo hacen ni los componentes del Tribunal Supremo, ni los partidos políticos, y ni siquiera el Congreso o el Senado español.

Es curioso y lamentable observar que en los últimos tiempos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión, nos informan casi a diario de los casos de violencia de género con grandes titulares. Y es correcta la importancia que se está dando, porque es natural evitar las discordias anormales y la violencia. Sin embargo, se echa de menos que estos medios informativos no pongan el menor interés en difundir y luchar contra la falacia de género. ¿Y qué es la falacia de género? Pues está bien claro: no es otra cosa que la denuncia falsa o irreal que muchas mujeres someten a sus maridos y compañeros, sin otro interés que echarlos de sus viviendas, cobrar indemnizaciones o perderles de vista que, con el tiempo, les molesta la convivencia.

Está bien que se defienda a la mujer, y a los débiles, de los maltratos físicos o psíquicos, que podría ocurrir en el entorno familiar o en el trabajo. Pero, porqué no se comenta, se analiza y se publica sobre algo tan grave como el acusar a un varón, pareja o no, de violencia de género, cuando tal hecho es falso.

Decíamos que es curioso observar que nada se dice o se publica sobre estos terribles dramas que viven los hombres cuando son denunciados y acusados con falsedad sobre violencia de género. Son terribles las heridas profundas que, sin testimonios y sin pruebas firmes, sufren los hombres denunciados. Pueden ser condenados a prisión, expulsados de su domicilio por varios años, abonar indemnizaciones elevadas, trabajos sociales compensatorios y vivir de alquiler lejos de los que tanto amaron durante su convivencia familiar. Pero, lo más importante, es la pérdida de su honor y de su identidad profesional.

Estos hechos ilegales, estas denuncias sin testigos de ninguna clase, sin ninguna oportunidad de defensa, se agrava cuando el médico forense de turno, en su rutina diaria, se deja impresionar por las lágrimas de la denunciante. Estos casos que se producen en realidad, deberían resolverse para que la injusticia no se llegase a legalizar. Poco o nada se ha escrito y publicado sobre este tema. Y sin duda, los médicos forenses, en sus análisis de las mujeres denunciantes, sin señales de violencia física no deberían tener el poder definitivo ante los jueces. La falsedad llega hasta los jueces que no tienen otra decisión que condenar al acusado por maltratos psíquicos. La injusticia ilegal se ha cumplido.

¿Cómo se podría erradicar esta tragedia real y auténtica de la que nadie se queja públicamente, y los penados la sufren sin ningún consuelo? Sin duda, erradicar estos hechos lo harían posible los legalistas de este país, los diputados que aprueban las leyes, los jueces que los pidan al Tribunal Supremo. Pero que lo estudien y dejen de provocar daños anímicos irreparables a los pobres denunciados y condenados con falsedad.

Desde luego, algunos médicos, algunos médicos forenses, son responsables de estos lastimosos hechos. El análisis, en estos casos, el forense debería tener otros profesionales a su lado. Ellos no son ni psiquiatras, ni psicólogos. Entonces, ¿cómo en conciencia profesional pueden conocer, analizar y decidir si hay un maltrato psíquico? ¿Cómo es posible que en estos casos, ante el posible engaño, no se examine al posible maltratador? A pesar de estos análisis psíquicos o hasta físicos, la verdad de los hechos malvados solo la conocen sus protagonistas: la denunciadora y el “delincuente”.

Con estas letras puede parecer que se desea difamar o calumniar al colectivo femenino, pero no es así. Las mujeres, madres o no, son las dueñas de la familia, de la paz conyugal, aunque el compañero, en su actitud diaria, provoque discordia. Es verdad que el ámbito femenino y familiar si carece de responsabilidades en los hijos comunes no es fácil la armonía. Mucho peor cuando algunos de los dos lastra debilidades mentales.

*PERIODISTA