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Mapa móvil – Por Paco Déniz

Desde que Jimmy Fontana cantara aquello de que il Mundo gira en el espacio infinito, comenzó la humanidad a ubicarse en el planeta con más o menos acierto, y ello a pesar de que los libros de texto desvirtuaran los mapas al antojo de los vaivenes políticos o económicos y a la falta de ignorancia educativa. Además, la ligereza con que los medios de comunicación alteran la geografía es peligrosa para los pueblos, porque al final cree uno que su país es el más grande o que está pegado a la civilización y alejado de la barbarie. Y no es así, vaya que no. En nuestro país la ubicación en el mapa siempre ha sido motivo de controversia, entretenimiento, extrañeza, debido, básicamente, a la oscuridad y confusión perpetua que sobre las islas se ha cernido. Ya lo dijo aquel viejito de la película cuando le preguntó a su nieto de qué servía estudiar los mapas si no sabías dónde estaba tu casa. No lo sabemos muy bien, porque el mapa de Canarias es móvil, se desplaza constantemente en los libros y en las pantallas del televisor con el presentador delante, y la gente está mareada de tanto navegar.

Vomitamos idiotez programada por quienes no saben de la responsabilidad que tienen en la educación de la gente, en su desubicación geopolítica que legitima las decisiones que se toman en centros internacionales del poder político y económico. Y aquí como si nada. Nuestros caciques se conformaron con los puertos francos, ahora con el REF y la consideración de RUP y hablan, hablan mucho de tricontinentalidad como si esto fuera un almacén para distribuir mercancías y capitales al mundo salvaje. Pero hablemos claro, somos lo siguiente a ultraperiféricos. Porque estamos lejos, muy lejos de lo razonable. Muy lejos de racionalizar el temor que nos posee de los supuestos peligros que nos acechan, y que nos hace buscar siempre la protección de alguien poderoso. Pues bien, si usted quiere hacerse una idea cabal de estas cuestiones a lo largo de la historia canaria, incluida la consideración de cagadas de mosca de nuestro idolatrado Pancho Guerra, cómprese el libro de Domingo Garí: Geopolítica, nacionalismo y tricontinentalidad de la editorial Sociedad Latina de Comunicación Social. Y ubíquese, “asín Dios le salve el alma”.