Deja ver >

Nacho ‘el Gofio’ – Por Caco Senante

Nacho el Gofio fue un personaje irrepetible. Su pasión eran los coches. Especialmente los ajenos, pues el carecía de vehículo propio, nunca tuvo. Pero no era un ladrón de coches, simplemente quería conducirlos.

Su actividad laboral era la de “lavacoches”, lo que hacía que la tentación viviera cerca. Por su simpatía, se ganó la confianza de la gente que trabajaba en el Gobierno civil y lavaba los coches en el patio interior del edificio. Hasta que un día decidió probar el coche oficial del gobernador civil.

Ni corto ni perezoso, le colocó el banderín de la bandera española, distintivo oficial para dicho vehículo y se dispuso a dar una vuelta para cerciorarse de las buenas prestaciones del auto. Al salir, los policías que hacían guardia en la puerta y vieron la enseña nacional, se cuadraron militarmente a su paso. Fue una de sus grandes hazañas.

Era un personaje muy querido. Manuel Hermoso, cuando era alcalde de Santa Cruz, asistió a su funeral entre un montón de gente que quería despedir a Nacho. Esto da una idea del arraigo popular del personaje y honra a Hermoso de tener la sensibilidad de entender esto.

Nacho andaba mucho por mi casa. Mi madre le tenía cariño, lo protegía y le daba muchos días de comer. Él, a cambio, sacaba a pasear a nuestro perro Tivo. Hasta que un día, tras el paseo y a las tantas, apareció “cargado” y sin Tivo. Cuando dijo que no se acordaba donde lo había dejado, la calentura de mi madre fue tremenda. Se organizó un comando de búsqueda por la ciudad y apareció atado por fuera de la discoteca Cintra, de la calle San José.

Existe una foto de Nacho con Tivo, desfilando por la pasarela, en un concurso canino celebrado en el Parque con motivo de las Fiestas de Mayo.

En 1976, cantaba yo en la plaza de Toros en un festival de alto contenido político y solidario. Cuando interpretaba una canción de claro compromiso, de repente escuche un bramido por parte del público, que atribuí a la frase que acababa de pronunciar.

Pronto intuí una sombra a mi espalda y descubrí a Nacho que levantaba, como si fuera la Copa de la Champions, un conejo de plástico de color rosa de más de un metro. Ahí acabó mi actuación, aquello ya no lo arreglaba nadie. Siempre que me veía, me lo recordaba. “Te acuerdas Caco, cuando salí al escenario con el conejo y toda la gente aplaudiendo… ¿Verdad que te gustó?” Yo respondía: “Sí Nacho, estuviste genial”. La semana que viene, contaré más anécdotas de Nacho. Creo que estaría bien que tuviera una calle en Santa Cruz. O si no, que le pusieran su nombre a un lavado de coches. Autolavado Nacho el Gofio. Deja ver…