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Reconciliarse – Por Wladimiro Pareja Ríos*

En cada guerra entre países desde tiempos inmemoriales, los contrincantes que pelean utilizan la tortura para sacarse información, como castigo hacia el otro y para saciar su sed de venganza. Tenemos también las guerras civiles, en un mismo país, por diferencias políticas, religiosas, económicas, tal como ocurrió en los años treinta en el nuestro. Podríamos hablar también de las luchas entre familias de distintos clanes. Si continuamos el movimiento en espiral que llevamos, el siguiente nivel quedaría representado por los conflictos dentro de una misma familia, por celos, envidias, rencores entre hermanos que no se hablan desde muchos años.

Aún más cerca estarían las luchas dentro de la pareja, auténtica guerra de guerrillas cuando el desajuste es tal que desemboca en juzgados y divorcios tormentosos. Como ya podemos sospechar, el siguiente elemento de la ecuación vamos a ser nosotros, en pleno conflicto con nosotros mismos, lo que se traduce en culpa, vergüenza, miedo y demás sentimientos de autotormento y castigo. Con ellos aparecen toda una batería de pensamientos descalificantes del tipo: “no valgo, no soy suficiente, me desprecio, no sirvo, qué gordo/a estoy, qué feo soy,…”, la lista puede ser interminable y suele serlo, porque no cesa. Al mismo tiempo uno se convierte en juez y reo, es el verdugo y el criminal. El ser humano viviendo en una lucha eterna que dura desde siempre, con todos y con ellos, dentro y fuera, luchas civiles, fraticidas, luchas generacionales, guerras armamentísticas, guerras frías, guerras dialécticas, otras soterradas y silenciosas, pero guerras al fin.

Algunos han llegado a convertir un simple partido de fútbol en una guerra entre aficiones donde incluso hay heridos y muertos. Otros hemos hecho nuestra forma de vida trabajando para solucionarlo: mediadores, terapeutas, negociadores, vendedores e intermediarios. Y lo que digo es que necesitamos telescopios y microscopios para atender tanto los conflictos fuera como dentro de nosotros.

Si lo entendemos bajo este prisma, las consultas de los psicólogos serían esos espacios que se llenan de pacientes buscando reconciliarse con el mundo, con el otro y consigo mismos, hartos ya de una guerra sin sentido, donde no gana nadie y, por el contrario, perdemos todos. Lugares donde uno expone sus contradicciones y luchas internas, donde uno comienza a escucharse y así poder decidir tenderse la mano a sí mismo, haciendo las paces y comprendiendo el sin sentido de tanta (auto) agresión. Las preguntas a hacernos son: ¿Cuáles son mis guerras? ¿Y hasta cuándo voy a mantenerlas?.

*PSICÓLOGO