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El voto de la duda – Por Rafael Lutzardo

Elecciones municipales y generales a la vuelta de la esquina. Al igual que una quiniela o un partido de fútbol: incertidumbre por todo lo alto. La mayoría de los españoles están desencantados y desilusionados. La clase media en España desapareció; es como si hubiese caído, de manera metafórica, una bomba atómica, dejando heridas y secuelas muy grandes en los corazones de muchos españoles y canarios. Secuelas, que van asociadas a las pérdidas de puestos de trabajos, viviendas, dignidad, rupturas matrimoniales, depresiones, suicidios y carencias en la calidad de los servicios públicos más esenciales, ha sido la gran sangría de una crisis económica que llegó en forma de tsunami, aunque José Luis Rodríguez Zapatero, en su etapa como presidente del Gobierno español, se jactara en decir que España estaba en la Champions League de la economía europea. Desde ese momento, Zapatero no pudo dormir; respirando con dificultades tras crecerle la nariz por centímetros durante largas noches. Y así fue como se convirtió en otro Pinocho de leyenda. Mientras tanto, y de manera apresurada, una nueva reforma laboral venía gestándose con la llegada al poder del gallego Mariano Rajoy. De un plumazo, la clase trabajadora perdía su dignidad y derechos laborales. La Internacional, himno representativos de CC.OO. y UGT, cuya letra original, en francés, es de Eugéne Pottier, fue escrita en 1871 dentro de su obra Cantos Revolucionarios, poco a poco se fue apagando en la estructura vertical de (CC.OO.) y Julián Besteiro (UGT), como sindicatos mayoritarios, los cuales perdían representatividad y poder en la mesa de negociación, motivado por una nueva reforma laboral convertida en una especie de anaconda; preparada para asfixiar a la clase trabajadora. A partir de ahí, los ricos serían más poderosos y los pobres más débiles y miserias, pues cuando te quitan la dignidad, te lo quitan todo como ser humano. De esta crisis económica y de valores, se salvan las clases políticas, los empresarios aferrados al Gobierno, los corruptos y los adulones, esos que no tienen patria ni bandera y que se venden al mejor postor. Mientras tanto, el pueblo, ese gran sacrificado, desea un cambio, una luz que le sirva como esperanza para hallar una salida positiva a sus múltiples y graves problemas. La intención del voto está en el aire, en la duda, pero en la necesidad de un cambio. Los contenedores de basura, las migajas de las prestaciones no contributivas, las colaboraciones altruistas de las ONGs del Banco de Alimentos y ayudas familiares, han sido los aliados de millones de personas que fueron sorprendidas por la embestida de una nueva cultura económica, política, social, empresarial y de políticos corruptos. Sería interesante guardar cada uno de los programas de todos aquellos partidos políticos que se presentan a las venideras elecciones. Todos prometen. Todos dan soluciones, pero los programas solo están sostenidos por letras menudas de la revolución tecnológica. El poder es ambicioso y ciego y cuando lo asumen se olvidan de todo aquello que prometieron antes de las elecciones. ¿Víctimas? El pueblo, que en su desesperación creyó en algo que luego resulto ser lo que no era.