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La caída… del voto – Por Carmelo Rivero

Las dos semanas que nos esperan camino del 24M se parecen al vacío. La caída del avión militar el primer weekend de la campaña fue un accidente, pero hace tiempo que una parte de la política española y europea se estrelló también, los grandes partidos perdieron el suelo, y ahora los cazas de nueva generación cruzan el cielo de esta primavera electoral en un arrebato de fuego cruzado y demostración de poderío bisoño que está por ver o por venir. Los ingleses han tenido esta semana su ración de urnas y demoscopia, los dos escenarios en que se disputan las ‘guerras’ electorales. A veces, los partidos ganan las elecciones en las encuestas y las pierden en las papeletas. El CIS suele pinchar en el caso de Canarias, como si fuera un clásico de los fakes de los últimos comicios. La política es ingrata con los pequeños partidos, al menos así ha sido siempre, que esta es la hora en que nadie se atreve a vaticinar el escrutinio que nos espera. El vacío es total. La completa incertidumbre. En Venezuela, recuerdo perfectamente los avatares y desengaños de Teodoro Petkoff, que es un veterano aspirante presidencial y exministro de Caldera, cuya biografía clandestina merecería una película: se fugaba de las cárceles cuando era guerrillero, se enfermaba a propósito en prisión bebiendo sangre humana, y un día dejó de ser Teódulo Perdomo, un comunista irredento, para reconvertirse en candidato socialdemócrata con tirón popular. La única pega de Petkoff es que nunca alcanzó los votos necesarios, y por eso Venezuela lo ganó de periodista al frente de su periódico, Tal Cual, un auténtico látigo de Chávez y Maduro, que acaba de recibir el Ortega y Gasset de El País in absentia, pues Venezuela no le deja salir y a quien recogió el premio en su nombre, Felipe González (abogado de opositores) no lo deja entrar. La democracia española debería mirarse en los espejos de ciertas democracias americanas y europeas para evitar caídas estrepitosas. En Brasil es una democracia corrompida que pisa los talones al mismísimo Lula. Y en Caracas, la noche larga del 88 en que llegué para entrevistar a Carlos Andrés Pérez, Rangel y Petkoff antes de que dieran las doce, este último, en el Movimiento al Socialismo (MAS), me diseccionó el régimen herencia de Rómulo Betancourt que se descomponía peligrosamente. Un año después fue el caracazo y diez más tarde llegó Chávez al poder. El ancien régime, el turnismo entre adecos y copeianos, colapsó, y la deriva la hemos conocido en los últimos tres lustros. No es el caso español, naturalmente. Ni el británico. En Westminster, el sistema amenazado resistía el jueves, y la alternativa eurófoba de UKIP (también es verdad que cuatro millones de votos, más del 12%, pueden significar tan solo un insólito escaño a orillas del Támesis) quedaba descabezada. En Francia, el parricidio político de Jean-Marie Le Pen -suspendido de militancia en el ultra Frente Nacional por su hija- honra a la presidenciable Marine en términos democráticos, y tanto puede verse aupada tras soltar lastre de su parentesco, como ver frustrada su carrera ascendente hacia El Eliseo en 2017, pese al aliento de la Francia campera y periurbana. El viejo facha deslenguado reincidió en su mayor pecado el pasado abril, vísperas del 70 aniversario de la derrota del nazismo y el final de la II Guerra Mundial, al afirmar que las cámaras de gas de Hitler fueron un “detalle de la historia”. Estos días, testigos de Mauthausen y Gusen, en Austria, han narrado las huellas de los niños gaseados y quemados en una sola noche: quedan los zapatos de uno de esos niños expuestos a los ojos que nublan las lágrimas del visitante. Los demonios del badulaque de Le Pen recorren media Europa que se dispone a examinarse de la crisis en las respectivas urnas. España, ya digo, es caso aparte en este sentido, pero la Carrera de San Jerónimo ya le ve las orejas al lobo. Zapatero y Rajoy, en Tenerife y Lanzarote, daban un pistoletazo fallido al primer fin de semana de campaña. Todo un síntoma que los dos últimos presidentes de un duopolio que se asoma al precipicio y puede caer desconvocaran sus mítines porque lo hacía un avión.